jueves, 15 de noviembre de 2012

El horizonte


Durante las semanas que recién pasaron me anduvo rondando una idea que quiero compartirles. Tiene que ver con esas cosas inalcanzables, pero que nos demandan vivir como si de verdad existiesen. Ésas cosas imposibles de lograr pero hay que creer posibles para seguir, y trabajar por ellas a diario como si de veras fuesen posibles, aún teniendo la (casi) certeza de que no lo son.

La (verdadera) democracia, por ejemplo, es una de ésas cosas. Inalcanzable, imposible, pero que tenemos que creer real. En particular, la democracia es un "ongoing process" como dirían acá, o sea, un proceso que se está viviendo en forma continua. El punto es que la democracia es un sueño, un inalcanzable ideal que tenemos que creer posible y construir día a día, por el que hay que trabajar y al que hay que aportar.

Los sueños grandes que uno tiene también pertenecen de cierta manera a este grupo de ideales no alcanzables. A decir verdad, re-pocazos de nuestros grandes sueños, amigos, son realmente plausibles, pero es necesario trabajar por ellos y re-soñarlos día a día. Vivir por ellos, y en el camino construir el propio destino de ensueño.

Pensando en eso me acordé de lo que mi hermano Álvaro me escribió un día. Me honró diciendo "Con esta frase me acordé de ti, Carla: "La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos y ella se aleja dos pasos más allá. Entonces, ¿para qué sirve? Para eso, sirve para caminar..." Es de Galeano. Desde entonces la elegí para mi epitafio (aunque recuerden que quiero que me quemen y me echen al mar, no se olviden, y donen todo los que alguien esté dispuesto a aceptar). Pero ésa es otra historia.

Entonces, les decía, me di cuenta que las utopías pertenecen a esa categoría de cosas que son inalcanzables, pero que hay que asumir como alcanzables y seguir trabajando por ellas. El comunismo, por ejemplo, es un ideal que debe tenerse presente para tender siempre a "lo solidario". El amor genuino también es una utopía para los humanos, pero un sueño en el que hay que creer para vivir esta vida. La educación también es un sueño. Tanto el derecho a la educación como la calidad de la misma (en el sentido de la pureza, de la ausencia de sesgo en lo que se enseña). La igualdad es también otro de éstos sueños, e incluso la igualdad de oportunidades que es algo más limitado.

Y eso de tener que actuar con la fe racionalizada de que los ideales en cuestión son alcanzables es fundamental, ¿cómo seguir, sino? Sin embargo, también hay que tener siempre presente el hecho de que los ideales nunca dejarán de ser ideales, de estar en el horizonte, y por lo mismo el proceso de construcción de esos ideales estará lleno de tropiezos para los que hay que estar racionalmente preparados. Aunque, of course, son ésos tropiezos los que nos ayudan a crecer, a ser mejores y a disfrutar el camino.

Y así llegué a pensar que la vida misma, la propia existencia, es también una de éstas cosas de las cuales les hablo. Es una vida (en la Tierra) que hay que creer eterna para definir y decidir a diario, pero que hay que saber cortísima y volátil para vivir y disfrutar cada momento.


Yo, la que desvaría.

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