De un día para otro me desperté y desde ahí que estoy sola. Me siento sola, vacía. Es algo raro, no es una soledad cualquiera, es una soledad muy sola, amarga, triste. Y es que no encuentro mis sueños. En algún lugar se me quedaron por allá atrás, quizás donde. Y miro atrás y trato de encontrarlos, pero parece que una niebla gris cubrió todos los recuerdos. ¿Por qué? Por la pura tristeza con la que lo envuelve a uno la vida día a día. Y no es que falten demasiadas cosas bellas, pero la tristeza es engañosa, es triste como ella sola. Y por distraerme tanto en el quehacer del día a día es que parece que ahora perdí mis sueños. Los perdí así sin más y por más que busco no logro encontrarlos. Volteo la cabeza y se ve sólo bruma, una densa niebla gris, triste, gruesa, insípida. Parece que a lo lejos, mirando para atrás por sobre el hombro, logro sentirme, sentir el calor de la Carla que otrora fuera una mujer luchadora, llena de esperanza, ilusiones, fe. Y no soy ya esa, ahora soy otra. Pero a pesar de estar vacía me aferro al nebuloso recuerdo de esa Carla soñadora, la que antaño recorriera los caminos con el paso firme, que camirara por las veredas y los tierrales a la utopía. Vivo de ese recuerdo de mí misma. Y sigo sin saber dónde quedaron mis sueños... y si algún día voy a volver a encontrarlos.
Ojalá este impasse de mi vida termine siendo como citó Galeano:
De nuestros miedos, nacen nuestros corajes
Y en nuestras dudas, viven nuestras certezas.
Los sueños anuncian otra realidad posible
y los delirios otra razón.
En los extravios, nos esperan los hallazgos
porque es preciso perderse, para volver a encontrarse.
A ver si pronto vuelvo a encontrarme.