miércoles, 23 de abril de 2008

Estigmatización de las palabras

Queridos;

Hola a todos. Escribo para emitir una opinión respecto de un tema que siempre me ha parecido muy intrigante; la "Estigmatización de las palabras".

Me llama la atención profundamente el proceso de comunicación. Muchas veces, me maravillo en los recovecos del proceso comunicativo, en el milagro de manifestarnos y que nos entiendan. Sobre todo del lenguaje castellano, del idioma, que hacemos más nuestro cada día. Todo gracias a un paquete de letras, palabras, gestos, olores, etc. Es cierto que hace unos 500 años los españoles, conjuntamente con quitarnos muchas riquezas, nos heredaron un tesoro preciado; el lenguaje, las palabras. Neruda, el gran maestro, lo enunció en su obra "La Palabra", poema publicado en su libro "Confieso que he vivido", que es también mi obra favorita. Es gracias al idioma que podemos comunicarnos... solemos olvidar esta verdad con el ajetreado vivir, sin dar gracias al Grandísimo, por el inmenso milagro de permitir la comunicación entre nosotros.

Nuestro idioma y nuestro vocabulario delimitan y limitan nuestra manera de pensar. Mi padre me enseñó, alguna vez, que sólo sentimos lo que podemos manifestar con palabras, y ésas palabras son aquellas que están en nuestro vocabulario. Estamos limitados por las palabras que conocemos y manejamos. No podemos sentir nada que no podamos manifestar con palabras. Necesitamos sentir cosas que podamos describir, sino son sólo sensaciones pasajeras y olvidadas, que no tiene trascendencia alguna. Por si no se han dado cuenta, pensamos en español. Todo lo que pensamos lo estructuramos en frases o sensaciones definidas, todo en español.

El otro día uno de mis compañeros sugería sacar la palabra "problema" de nuestro vocabulario cotidiano. El compañero no sugería tachar la palabra problema como algo prohibido, sino eliminar la acepción de la palabra problema que se refiere a desafíos, retos. Estuve completamente de acuerdo. El argumento del compañero era que para cualquiera de nosotros la palabra problema arrastra consigo una serie de sensaciones poco positivas. En general describimos un desafío como un problema, tachándolo del aura negativa con que está rodeada la palabra "problema". El compañero proponía que ante desafíos, retos o incertezas no utilizaramos la palabra problema sino cualquiera de sus sinónimos con el fin de quitar el estigma negativo que la palabra le ata a la situación, la cual, que más que algo malo, siempre es una oportunidad de crecimiento que, lejos de ser mala, es muy positiva.

En lo personal me sorprendió la opinión del compañero, dado que siempre he tenido un pensamiento parecido. ¿Saben?, creo que en nuestro vocabulario hay muchísimas palabras que están estigmatizadas, tachadas y atadas a un montoncito de sentimientos que arrastran consigo, y que no necesariamente nos ayudan a enfrentar o asimilar de manera positiva distintas sensaciones, situaciones u opiniones. Quisiera comentarles un pensamiento muy reservado que siempre he sentido y que está directamente relacionado con el tema. Se trata del montón de estigmas que tienen las palabras de nuestro idioma. Específicamente las utilizadas en entornos religiosos. Yo soy cristiana, y creo en Dios como mi Creador, el magnífico omnipotente, omnipresente y omnisiente. Resulta que creo que muchas de las palabras relacionadas al ámbito religioso sufren de un severo grado de estigmatización y nos causan sensaciones de rechazo que es consecuencia sólo de su estigmatización social y que, muchas veces, no refleja su correcto significado. Quisiera usar dos palabras como ejemplo; pecado y Dios.

1.- Pecado. En lo personal no me gusta esta palabra. Me disgusta, no porque me crea perfecta, sino por el aura negativa que la sociedad le ha dado. En general se asocia el "pecado" con maldad, infierno, y cristianismo exagerado. Los pecadores ya pasaron de moda, la gente antigua se iba al infierno, eso ya no corre. El pecado es toda acción mala y endemoniada que comete una persona que cree en el Cristianismo y que le otorgará un freepass al infierno. Para mí, el significado de pecado está lejos de eso y dice relación con cualquier acto o pensamiento que nos dañe a nosotros mismos o a los demás, cualquier tipo de destrucción y autodestrucción. No tiene que ver con ser canuto, cristiano, católico, apostólico o romano. Creo que no sólo los creyentes nos dañamos a nosotros mismos ni somos los únicos que tenemos malos pensamientos para con los demás. Muchos creen que los que se creen santos van a la iglesia, al contrario, vamos los que nos reconocemos imperfectos (pecadores, si así lo prefieren), y tenemos la intención de cambiar al alero de Dios.

2.- Dios. Se suele pensar que Dios es un hombre mayor que nos mira desde el cielo...con una sedosa barba blanca y cabellos dorados. Creo que la humanización de Dios es lo que ha ocasionado la lejanía de la gente. Yo no comprendo cabalmente a Dios y, entre otras virtudes, lo reconozco como el Creador de todo lo que existe. Creo que no puedo contarles de Dios, creo que ha Dios se le conoce personalmente por medio de la propia experiencia. Si cada uno de ustedes viviera su propia experiencia con Dios y dejara de mirar al cielo con la certeza de que sobre las nubes nadie nos está mirando, y se animara a ver a Dios en los tremedos milagros de la vida; todos serían creyentes como yo. Yo también tengo la certeza de que nadie nos mira desde lo alto y que desciendo del mono, pero a diferencia de la mayoría, soy creyente cristiana. Yo reconozco la maestría de Dios en los grandes milagros que nos rodean.

Problema, pecado, Dios. Tres palabras estigmatizadas como muchas otras, ¿no creen? Tal vez sea tiempo de que leamos, para enriquecer nuestro vocabulario y nuestro pensamiento en todo sentido. Tal vez sea bueno que renovemos ciertas palabras, que dejemos los estigmas y que miremos las cosas desde un punto de vista diferente, innovador.

Agradezco a Neruda por su hermoso poema, por abrirnos los ojos y las puertas a un mundo nuevo.

Con cariño,


Carla.

martes, 8 de abril de 2008

El porqué del emprendimiento


NOTA: (Contexto: mis estudios universitarios) Paralelo a mis estudios de pregrado, y los de magíster que comencé este año, realizo algunos ramos que imparte un programa pionero llamado Emprendo, dedicado a la formación de emprendedores. Nos pidieron, la semana pasada, en uno de los cursos, que realizasemos un ensayo respecto al impacto del emprendimiento en la sociedad y a la razón para enseñarlo y promoverlo; previamente expuestos al alumnado en un documento. A continuación comparto mi opinión respecto al tema.

Un tarde de verano, en los albores de la niñez, una profesora me explicó la importancia de la historia en la vida. Fue un concepto que cambió mi perspectiva minúscula de niña pequeña. Con o sin percatarse esa mujer de duro carácter, ya entrada en años a mi parecer de entonces, me abrió los ojitos y me ató un par de hermosas alitas a la espalda. Ése día, atónita, perpleja, contemplé cómo mi vida cambiaba en torno a un simple concepto. Estudiamos historia para aprender de nuestros ancestros, de su experiencia y de los errores del pasado, para evitar cometerlos de nuevo.


De ésas experiencias he vivido muchísimas. En casa y en los centros de desarrollo (colegio, liceo y universidad, etc.) a los que he asistido a lo largo de mi proceso de formación. Muchas veces me han abierto los ojitos y las puertas a un mundo nuevo. Cada segundo, cada día, cada etapa de la vida, me enseña nuevas perspectivas, me abre el camino y modifica mi modo de andar. Un día, por ésas poco racionales decisiones saturadas de excesivo enamoramiento-aturdido, me colé a una clase ajena en la que me explicaron un concepto visionario; la vida es como una esfera, una burbuja, una atmósfera que te rodea, al principio esta atmósfera esférica que te circunda tiene poco radio, pero cada vez que aprendes, que vives una nueva experiencia, esta atmósfera se expande inequívocamente -cada vez que aprendes algo tu universo se expande, tu visión se amplía, y te surge la necesidad de adquirir más y más conocimiento-. Hoy, el profesor Pedro Vera (director del Programa Emprendo) resume este concepto: se aprende para ampliar la capacidad de aprender y se cambia para ampliar la capacidad de cambiar. Pero, la pregunta es, ¿para qué tanto conocimiento? ¿qué es lo que necesito cambiar?

Aunque parezca increíble contrasto esto con lo que creo es la misión y el porqué del ser humano en este mundo; aportar al bien común. Mi maestro, Jesús, intentó explicarlo hace muchísimos años atrás - ama a tu Creador y a tu prójimo como a ti mismo-. Ésa, querido lector, es la clave del bien común, de la prefecta armonía de esta obra maravillosa que es la humanidad y su entorno. Otros maestros de la historia lo han enseñado también y han luchado por la perfecta armonía de los pueblos. El gran visionario Carlos Marx sugirió el socialismo científico, notable filosofía que se construye entorno a una sociedad primeramente solidaria. Voltaire, Russo y Montesquieu lucharon por la democracia en Francia, política planteada en la antigua Grecia que constituye el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Hoy, muchos siguen luchando. No hay que ser cristiano, ni socialista, ni revolucionario (atributos que sí tengo) para comprender el objetivo de las sociedades y los gobiernos de hoy; lo que nos sustenta es aportar al bien común.

Se busca el bien común. Se busca la democracia como estilo de vida. Se busca el respeto y la solidaridad, respeto y solidaridad que carecemos. Necesitamos perseguirlos hasta encontrarlos. Con el estilo que se ha llevado ya no funcionó. El modelo económico no sirve. Necesitamos uno nuevo. Para descubrirlo, necesitamos cambiar nuestro clásico estilo egoísta de actuar y nuestro asqueroso estilo egocéntrico de pensar. Necesitamos cambiar para comprender que es lo que nos hace falta cambiar. Necesitamos aprender para poder aprender aún más. Necesitamos mirar con otros ojos desde una nueva perspectiva. El mundo, nuestro mundo, está evolucionando. Algún día, más temprano que tarde, dejará de desentenderse de la injusticia, el atropello y el abuso. Necesitará nuevos actores. Estamos viviendo una verdadera revolución y está en nuestras manos ser los protagonistas de ella. Poco a poco se ha ido tomando conciencia de que se debe cambiar. Nos hemos percatado de que no estábamos avanzando y que para avanzar necesitamos un nuevo enfoque. Tanto el sector público como el privado en nuestro país han notado que necesitamos algo nuevo, algo diferente.

La sociedad de hoy no es la de antaño. El medio demanda nuevos y mejores profesionales, nuevas y mejores personas. Ya no tienen cabida los profesionales que son sólo especialistas técnicos. Ahora se buscan profesionales con nuevas competencias – además de aquellas vinculadas directamente a la especialidad disciplinaria y al conocimiento técnico- relacionadas con el desarrollo personal, el entorno y la sociedad. La sociedad que se necesita, la que el mundo está demandando está formada por profesionales integrales. Personas capaces de conocerse, insertarse y realizarse conforme a sus emociones, a sus sueños y a sus aspiraciones en este escenario cambiante. Se buscan personas distintas. Se necesitan personas distintas. El perfil que se busca se ha llamado emprendedor.

Algunos definen emprendedor como una persona, con suficiente autoconocimiento, motivada e informada, para desarrollar sus sueños en forma proactiva e innovadora en los distintos ámbitos del quehacer económico y social, con competencias y habilidades para trabajar en red con otros y producir impactos positivos con su accionar. Un emprendedor constituye una persona y un profesional integral.

Nuestra sociedad, nuestro entorno inmediato necesita emprendedores. Queremos un Chile mejor. Un Chile desarrollado. Una nación más justa y solidaria, donde todos los ciudadanos vivan libres con garantía y respeto pleno de sus derechos. Chile nos necesita. Chile necesita emprendedores. El emprendedor no sólo es una persona de formación integral, visionaria y luchadora, sino un perfil profesional capaz de sacar un país de la injusticia y el subdesarrollo. Nuestra nación necesita profesionales que, con su formación, creen nuevos empleos, gestionen influidos por buenos valores y nos conduzcan al desarrollo. Queremos una sociedad justa, queremos un sistema de salud solidario, queremos confiar en nuestros dirigentes, queremos más y mejores empleos, queremos distribución equitativa del ingreso. Ése, señores, es el Chile que queremos.

Para lograrlo necesitamos motores, personas que se atrevan, y que actúen influidos por la cultura del emprendimiento, con una nueva mentalidad, una nueva visión. ¿Cómo conseguir futuras generaciones distintas si nuestros hijos son hijos de los mismos de siempre? Si, además, los educadores de nuestros hijos son los mismos de siempre, y los dirigentes son los mismos de siempre. Chile clama por visionarios. Chile está pidiendo a gritos nuevos profesionales, nuevos dirigentes y nuevos educadores. Si otros lo han logrado ¿por qué nosotros no? Si otros tienen salud buena e igualitaria, si otros tienen distribución del ingreso más justa, si otros tienen mejores educadores… Hace más de veinte años un hombre clamó por una oportunidad para América Latina, lo hizo de blanco en una ceremonia inolvidable. Lo hizo por amor, para que todas las estirpes condenadas a cien años de soledad tuviesen una segunda oportunidad sobre la tierra.

La nueva pregunta que surge es ¿cómo lo logramos? La respuesta es simple: educando. Necesitamos educar diferente. Necesitamos proporcionarle a la gente las herramientas para pensar diferente, que puedan ampliar su mirada, atarle a todos alitas de plata y que vuelen. En ingeniería eléctrica, para que una máquina parta, necesita un impulso de partida. Para esto, se requiere de circuitos que se llaman impulsores. Lo que Chile necesita son muchísimos circuitos impulsores. Necesitamos gente que crea, que se la juegue y que eduque diferente. Que entienda que lo que requerimos no son meros especialistas, sino personas, visionarias e integrales que nos ayuden a levantar la bandera del desarrollo. Chile necesita formadores.

Nuestro país está cambiando. Si soñamos que mañana llegue a ser diferente tenemos que trabajar. Así conseguiremos que pronto nuestra nación viva verdaderamente la democracia, donde el poder se traslade desde los nichos de riqueza del país a las urnas, a las papeletas de votación. Hace poco, tuve la oportunidad de ver el último estreno de Michael Moore, Sicko, nada más y nada menos que en el cine. La película se estrenaba a precio estudiante en el teatro de la Universidad de Concepción, inaugurando el ciclo de cine de la temporada. En ella un cientista manifestaba que el poder de un pueblo radica en su capacidad de protestar, de movilizarse. La opinión de un pueblo, manifestada, generará una revolución que hará cambiar las cosas. No es el pueblo quien debe temer al gobierno, sino el gobierno quién teme al sentir del pueblo. Para que un pueblo tenga conciencia de su poder, debe ser educado. La estrategia, de ciertos grupos de la población, en ciertos países es infundir temor en el pueblo, dejarlo pobre y sin educación, y desmoralizar su manera de pensar. El voto a conciencia y la conciencia de que el pueblo tiene la facultad de cambiar las cosas y decidir sobre su futuro es lo que potencia el cambio, el bienestar y el desarrollo de una nación. Formemos a nuestra gente, cambiemos su modo de pensar, ampliemos su perspectiva; eduquemos a nuestra gente.

Nos hacen falta héroes visionarios como los de antaño. Gente con amplitud de mira. Nos hacen falta Pedros que no vean un valle sino una ciudad. Nos hacen falta Manueles que crean en una patria nueva y no le teman a Marcó del Pont. Nos hacen falta Nicanores que creen nuevos estilos de poesía. Nos hacen falta Galileos que afirmen sus teorías y no le teman a la hoguera. Nos hacen falta Simones que crean en una sola nación, fuerte diversa y unida. Nos hacen falta Ernestos, que luchen por la igualdad y los derechos de los desvalidos. Nos hace falta seguir a Jesús, para vivir amando a todo y a todos. Nos hacen falta grandes como Neruda, de quién me deleita y sorprende no sólo su sublime manera de hilvanar frases, sino la perspectiva que tenía respecto de la vida…de seguro Neruda veía más allá que lo que estaba al alcance de su tiempo, lo dijo en su famoso poema La palabra -Se llevaron el oro y nos dejaron el oro. Se lo llevaron todo y nos dejaron todo. Nos dejaron las palabras-.

Necesitamos gente que mire más allá de lo que ve, necesitamos gente que se atreva, necesitamos gente sin miedo al cambio. Necesitamos visionarios. Necesitamos formadores. Necesitamos emprendedores.

Muchas gracias por creer que se puede. Muchas gracias Emprendo.

Con amor,


Carla.