Hola a todos. Escribo para emitir una opinión respecto de un tema que siempre me ha parecido muy intrigante; la "Estigmatización de las palabras".
Me llama la atención profundamente el proceso de comunicación. Muchas veces, me maravillo en los recovecos del proceso comunicativo, en el milagro de manifestarnos y que nos entiendan. Sobre todo del lenguaje castellano, del idioma, que hacemos más nuestro cada día. Todo gracias a un paquete de letras, palabras, gestos, olores, etc. Es cierto que hace unos 500 años los españoles, conjuntamente con quitarnos muchas riquezas, nos heredaron un tesoro preciado; el lenguaje, las palabras. Neruda, el gran maestro, lo enunció en su obra "La Palabra", poema publicado en su libro "Confieso que he vivido", que es también mi obra favorita. Es gracias al idioma que podemos comunicarnos... solemos olvidar esta verdad con el ajetreado vivir, sin dar gracias al Grandísimo, por el inmenso milagro de permitir la comunicación entre nosotros.
Nuestro idioma y nuestro vocabulario delimitan y limitan nuestra manera de pensar. Mi padre me enseñó, alguna vez, que sólo sentimos lo que podemos manifestar con palabras, y ésas palabras son aquellas que están en nuestro vocabulario. Estamos limitados por las palabras que conocemos y manejamos. No podemos sentir nada que no podamos manifestar con palabras. Necesitamos sentir cosas que podamos describir, sino son sólo sensaciones pasajeras y olvidadas, que no tiene trascendencia alguna. Por si no se han dado cuenta, pensamos en español. Todo lo que pensamos lo estructuramos en frases o sensaciones definidas, todo en español.
El otro día uno de mis compañeros sugería sacar la palabra "problema" de nuestro vocabulario cotidiano. El compañero no sugería tachar la palabra problema como algo prohibido, sino eliminar la acepción de la palabra problema que se refiere a desafíos, retos. Estuve completamente de acuerdo. El argumento del compañero era que para cualquiera de nosotros la palabra problema arrastra consigo una serie de sensaciones poco positivas. En general describimos un desafío como un problema, tachándolo del aura negativa con que está rodeada la palabra "problema". El compañero proponía que ante desafíos, retos o incertezas no utilizaramos la palabra problema sino cualquiera de sus sinónimos con el fin de quitar el estigma negativo que la palabra le ata a la situación, la cual, que más que algo malo, siempre es una oportunidad de crecimiento que, lejos de ser mala, es muy positiva.
En lo personal me sorprendió la opinión del compañero, dado que siempre he tenido un pensamiento parecido. ¿Saben?, creo que en nuestro vocabulario hay muchísimas palabras que están estigmatizadas, tachadas y atadas a un montoncito de sentimientos que arrastran consigo, y que no necesariamente nos ayudan a enfrentar o asimilar de manera positiva distintas sensaciones, situaciones u opiniones. Quisiera comentarles un pensamiento muy reservado que siempre he sentido y que está directamente relacionado con el tema. Se trata del montón de estigmas que tienen las palabras de nuestro idioma. Específicamente las utilizadas en entornos religiosos. Yo soy cristiana, y creo en Dios como mi Creador, el magnífico omnipotente, omnipresente y omnisiente. Resulta que creo que muchas de las palabras relacionadas al ámbito religioso sufren de un severo grado de estigmatización y nos causan sensaciones de rechazo que es consecuencia sólo de su estigmatización social y que, muchas veces, no refleja su correcto significado. Quisiera usar dos palabras como ejemplo; pecado y Dios.
1.- Pecado. En lo personal no me gusta esta palabra. Me disgusta, no porque me crea perfecta, sino por el aura negativa que la sociedad le ha dado. En general se asocia el "pecado" con maldad, infierno, y cristianismo exagerado. Los pecadores ya pasaron de moda, la gente antigua se iba al infierno, eso ya no corre. El pecado es toda acción mala y endemoniada que comete una persona que cree en el Cristianismo y que le otorgará un freepass al infierno. Para mí, el significado de pecado está lejos de eso y dice relación con cualquier acto o pensamiento que nos dañe a nosotros mismos o a los demás, cualquier tipo de destrucción y autodestrucción. No tiene que ver con ser canuto, cristiano, católico, apostólico o romano. Creo que no sólo los creyentes nos dañamos a nosotros mismos ni somos los únicos que tenemos malos pensamientos para con los demás. Muchos creen que los que se creen santos van a la iglesia, al contrario, vamos los que nos reconocemos imperfectos (pecadores, si así lo prefieren), y tenemos la intención de cambiar al alero de Dios.
2.- Dios. Se suele pensar que Dios es un hombre mayor que nos mira desde el cielo...con una sedosa barba blanca y cabellos dorados. Creo que la humanización de Dios es lo que ha ocasionado la lejanía de la gente. Yo no comprendo cabalmente a Dios y, entre otras virtudes, lo reconozco como el Creador de todo lo que existe. Creo que no puedo contarles de Dios, creo que ha Dios se le conoce personalmente por medio de la propia experiencia. Si cada uno de ustedes viviera su propia experiencia con Dios y dejara de mirar al cielo con la certeza de que sobre las nubes nadie nos está mirando, y se animara a ver a Dios en los tremedos milagros de la vida; todos serían creyentes como yo. Yo también tengo la certeza de que nadie nos mira desde lo alto y que desciendo del mono, pero a diferencia de la mayoría, soy creyente cristiana. Yo reconozco la maestría de Dios en los grandes milagros que nos rodean.
Problema, pecado, Dios. Tres palabras estigmatizadas como muchas otras, ¿no creen? Tal vez sea tiempo de que leamos, para enriquecer nuestro vocabulario y nuestro pensamiento en todo sentido. Tal vez sea bueno que renovemos ciertas palabras, que dejemos los estigmas y que miremos las cosas desde un punto de vista diferente, innovador.
Agradezco a Neruda por su hermoso poema, por abrirnos los ojos y las puertas a un mundo nuevo.
Con cariño,
Carla.