domingo, 21 de marzo de 2010

Life inside the Matrix

[Morfeus a Neo cuando despierta de la Matriz: "Te duelen los ojos... porque nunca has podido ver..."]


[El texto a continuación presenta una descarnada crítica al "sistema" y una propuesta interesante de hacer política. Ha sido editado desarrapadamente por mí, sin embargo, es idea original de Arnoldo Arias, idea que se conserva íntegramente. Lo comparto reservándome mi opinión, para no entintar el escrito con el color de mis venas.

A unos les parecerá asertivo, a otros, paranoico. Lo cierto es que es una subjetividad entre otras tantas subjetividades; that’s democracy.

Before read it, recomiendo la filmografía:
- Matrix, Matrix Reloaded, Matrix Revolutions
- La naranja mecánica
- The Truman show]

El sistema

La verdad tiene forma de ficción. Sí, claramente tiene forma de ficción, pues en esta época aquello que informa y forma la conciencia y el subconsciente de los ciudadanos está conformado, entre otras cosas, por los MASS MEDIA (medios de comunicación masivos) y las ficciones de spots, teleseries, films y programas de variopinta. No se extrañe, piense: los medios de comunicación de hoy han logrado asociar el consumo con la felicidad, incluso con el amor.
La ciudadanía no es un ente puro, sino más bien un ente formado por el poder, poder que viene principalmente del estado y sus aparatos ideológicos (léase familia, medios de comunicación, escuelas, tribunales, partidos, etc.) y sus aparatos represivos (principalmente policía y ejército).

We live inside the Matrix; nuestro encuentro con lo real es imposible. Nuestra estructura mental está limitada. Let's see.
El psicoanalista Jacques Lacan descubre, en la década del '40, el que llama Estadio del Espejo. Todo niño frente a un espejo, antes de los 6 u 8 meses no ve su imagen, toca el espejo, lo golpea, pero no se reconoce en él. Sólo después que la madre, y después el medio social, le dice quién es y qué partes de su cuerpo le pertenecen, recién ahí el infante (in-fant, el que no habla) se reconoce como sujeto. Esto ya plantea un límite o falta clave en la vida de todo ser parlante. Soy lo que otro dice que soy. Y por si esto fuera poco, hay que decir que muchas veces lo deseos de los bebés en realidad son deseos y sensaciones de la madre proyectados en él. La madre adivina lo que siente el bebé a partir de lo que ella siente. Además, el infante siempre se relaciona no con otro real, sino con lo que simboliza para él.
No olvidemos, tampoco, que a todo sujeto se le impone un lenguaje que no eligió, lenguaje cuyas muchas palabras están definidas por el sistema ideológico, político y económico imperante. La palabra significa esto y no otra cosa, pero como muy bien saben los poetas una palabra puede significar miles de metáforas. Esto también nos marca, ya que si el infante no aprende el lenguaje oficial (los gestos también son un tipo de lenguaje en el caso de los mudos), sus posibilidades de sobrevivencia son ínfimas. Pero el punto más crítico de nuestra relación con el lenguaje se da en que éste, aparte de ser algo impuesto (para decirlo más directamente hablo de dictadura del lenguaje), reemplaza la palabra por la cosa, haciéndonos pensar que eso es una mesa, y sólo una mesa, cuando puede llamarse de cualquier otro modo. Pregunta: ¿por qué se impone un palabra ante otras?, ¿por qué se impone un tipo de personalidad ente otra, llamándola normal y a las otras anormales?, ¿por qué se impone una idea política ante otra?, ¿por qué se impone una forma de educación ante otra?, ¿por qué se impone un tipo de sistema económico ante otro?, ¿por qué se impone una visión de la sociedad y no otra?, ¿quién margina?, ¿qué oculto poder decide finalmente nuestros discursos políticos o afectivos?.
El nazismo, por ejemplo, nos da fiel cuanta de cómo, utilizando el marketing (inventado por ellos mismos), una ideología perversa pudo convencer a la mayoría de los ciudadanos alemanes (excepto judíos, comunistas y otras minorías) de sentir orgullo ante la swastika nazi.

El sistema en el que vivimos sigue una psicología conductista. Pretende crear un sujeto que funcione bien y calce perfectamente dentro él, en nuestro caso dentro del sistema del libre mercado, aunque se puede aplicar dentro de cualquier sistema político, de izquierda o derecha, con mucho éxito. El conductismo sigue la tesis del fisiólogo ruso Iván Pavlov; premiar la conducta que se desea imponer y castigar aquella que se requiere desterrar. Demás está decir que con premios y castigos es posible formar cualquier tipo de sujeto. No interesa la individualidad, sólo se “crean” o moldean personalidades que sirvan al sistema. Se puede apreciar esta corriente en la cinta La Naranja Mecánica, cuyo protagonista pasa desde ser un frío delincuente violador para transformarse en una tierna y dócil ovejita, todo merced a un constante adiestramiento en que la música de Beethoven juega el papel de electroshock de displacer. Así también un dictador, o ni siquiera ese extremo, cualquiera que detente el poder, usando los premios y castigos adecuados, puede formar el tipo de ciudadano que le dé gusto y gana. Cero crítica al poder, cero respeto por la diversidad.
Nada es al azar dentro del sistema. Todo está pensado para controlar a los ciudadanos. Desde la planificación de las ciudades, con calles y edificios que dan la impresión de constante encierro, hasta las experiencias de la infancia (recordar el imprinting: toda experiencia anterior a los tres años jamás se borra).
Pero, ¿hasta dónde llegan los hilos del poder?, ¿cómo nos afectan?, ¿qué espacios internos y externos de libertad personal son los que cedemos en pos de un ideario político-social?

El poder

El poder en las sociedades modernas tiene un origen bastante claro: La Edad Media, época en que las tecnologías pastorales de las almas, a través de la confesión y la dirección de conciencia, intentaban dirigir el pensamiento y la conducta de los fieles. Con la llegada de la Reforma Lutero impone, no sin las correspondientes persecuciones del poder, y gracias a la protección de los príncipes alemanes, la tesis del “Libre examen de la Escrituras”. Concepto que provoca un vuelco en la historia, ya que se acepta, por primera vez el estudio personal de los textos sagrados, sin mediar la interpretación del poder papal. Esto fue el centro de la Reforma: trasladar el poder de la iglesia al individuo. Sin embargo, finalmente el protestantismo terminó también transformándose en una máquina de poder, repitiendo las persecuciones y quemas de herejes que tanto había denostado. El caso de Calvino, como regente de Ginebra y su orden asesinar a Servet es muy paradigmático.

Con la llegada del Iluminismo y la modernidad en el siglo XVIII hay un giro en la idea de poder. Hasta la rodada de cabeza de Luis XVI el poder lo ejercía el soberano, el rey, quien se consideraba un ente externo al pueblo, y al cual servían una pléyade de cortesanos que tenían por misión proteger el poder del rey imponiéndolo principalmente sobre espacios territoriales. Para esto se usaba como instrumentos preferentes la espada y la tortura pública. El rey tenía en su poder la vida y la muerte, y toda cabeza estaba a su disposición.

Con la caída de las monarquías europeas, a partir de la Revolución Francesa, nace toda una literatura destinada a trasladar el poder al ámbito político. El poder ya no tendrá como objetivo la muerte o tortura del opositor, sino más bien el gobierno de la vida de las poblaciones. Nace de esta forma lo que se ha dado en llamar Biopoder. El objetivo principal del nuevo uso del poder en la modernidad es el gobierno de los cuerpos. Esto comienza en el siglo XVII con la invención del hospital y la policía.

El hospital nace en Francia y en su origen tiene como objetivo el internamiento de los delincuentes, locos, vagos y enfermos. El hospital en su origen no tiene el objetivo de curar, sino de encarcelar, aislar, vigilar, a los elementos considerados anormales dentro de la sociedad. Allí también caían, por supuesto, los que no seguían la moralidad en boga. Debido al avance posterior del mercantilismo, y la necesidad de contar con cuerpos para el trabajo en las fábricas, saldrán de allí muchos considerados mano de obra útil para incorporarse al avance del naciente capitalismo. Pero ya queda incorporado y aceptado en la conciencia social la idea de excluir a los que no participan del ideario político o moral instalado por el poder en la sociedad.
En el caso de la policía, debemos aclarar que en su origen esta no fue una fuerza armada. El nombre policía, y así aparece en los textos de administración, se dio en el principio a un grupo de funcionarios públicos que tenían la misión de administrar hasta el detalle al cuerpo social. Sólo mucho más adelante este término se aplicó a un grupo armado creado desde el Estado como protector de la ley en la sociedad.
Lo que se destaca con la creación de estos dos ingenios es la idea de gobernar ya no sólo un territorio, ni siquiera el movimiento de gentes, sino el comportamiento mismo de las personas. La política poco a poco se irá convirtiendo en una tecnología ideológica que usa el aparato administrativo para imponerse en la sociedad.

Factor importante en el cual se centra la tecnología del poder es la familia y dentro de ella especialmente la madre, pues con el ascenso del Mercantilismo (hoy conocido como Mercado), se busca incorporar rápidamente a la mujer en el sistema, en la medida en que es el agente principal de la compra. Se hará indispensable administrar desde el poder político el grupo familiar, afirmando la higiene en la familia burguesa y la vigilancia en la familia proletaria. Es necesario que la clase alta se inserte, participe y ascienda aún más socialmente, para ello se le asigna a la madre una serie de tareas higiénicas y educativas. En cambio en la clase popular el poder impondrá a la madre la tarea de vigilar, aislar y proteger a los hijos de los peligros del medio ambiente, esto con el objetivo de evitar el desarrollo de un pensamiento reflexivo respecto a lo social en los estratos con tendencia al resentimiento. Pero cualquiera sea el tipo de familia, desde el estado se desarrolla un tipo de vivienda familiar que aísle a sus componentes y que al mismo tiempo permita tenerlos vigilados. De ahí la férrea división de las piezas con sus lugares de encuentro y conversación en las casas de hoy.
Semejante labor, sin embargo, es imposible de llevar a cabo de manera íntegra por la madre, principal educadora de los hijos, es por eso que la escuela comienza a verse como la alternativa más idónea para la imposición de la ideología de clase en la sociedad. La creación de la escuela se presenta como ayuda a los posibles vacíos que pueda tener la educación del niño en el hogar. Es por eso que se estructura ella misma como un sistema que evite la libertad de pensamiento, con programas evacuados desde las alturas del poder político, espacios diferenciados por niveles para que no haya intercambio de experiencias y organización del tiempo para que no se dé lugar al ocio, pues el tiempo libre se podría utilizar para “reflexionar” sobre el lugar en que uno se haya instalado. Junto a esto se crea una compleja red para reinsertar y castigar a los desertores escolares y se promueven políticas destinadas a quitar a los padres a los hijos desde la más tierna edad para su incorporación al sistema de salas cunas. Todo lo cual tiene como corolario el continuo aumento de la jornada escolar, a objeto de llenar cualquier espacio de libertad, ya no solo de pensar, sino también de actuar. Todos sabemos que la adolescencia es un período complicado, pues allí se estructura en gran medida la personalidad del futuro adulto. Qué mejor entonces que el sujeto pase vigilado y examinado la mayor parte del tiempo que cubre el paso por esa edad. Así, se saca al rebelde de las calles, se le mantiene lejos de los centros de poder y se le adoctrina social, política y moralmente.

Pero el poder debe ampliar aún más sus extensas cuerdas en las grandes poblaciones, pues debido a la creación de las fábricas, después de la invención de la máquina a vapor y la posterior Revolución Industrial, las masas campesinas emigran del campo a la ciudad, comenzando a formar las primeras urbes como las conocemos hoy. Para tratar con ese conglomerado, inmanejable con el reducido número de funcionarios del estado, se crea la estadística, que tendrá como objetivo conocer cantidades y características de los habitantes de las ciudades, a objeto de tenerlos vigilados en sus intereses y deseos. Además, la estadística tiene la ventaja de tratar con números y no con personas, de esta forma se evita que el factor emocional o el lazo social interfiera en la realización de las políticas públicas. De nuevo el nazismo tuvo mucho que “enseñar” a las generaciones actuales, pues fue el primero que utilizó la estadística a gran escala, a objeto de tener claridad en cuanto al número de unidades trasladadas al campo de batalla o al campo de concentración.

Alguien dijo que la política es lo mismo que la guerra, sólo que llevada por otros medios, y si somos sinceros vemos claramente que las mismas fuerzas se han enfrentado siempre en la historia de la humanidad, los que tienen el poder contra aquellos que no lo tienen, pero desean tenerlo. Carreristas y O’Higginistas reaparecen continuamente en la historia de Chile. Es esto lo que ha permitido que esta tecnología se haya ido perfeccionando hasta lo inimaginable. En efecto, el último eslabón de la cadena es la invención de la cárcel y la incorporación de la medicina al mercado.

La cárcel, como centro de reclusión, constituye una versión microfísica de la sociedad. En ella se contemplan todos los mecanismos que, suavizados, se incorporan en la sociedad. Distribución de horarios, cámaras de vigilancia, examen psicológico a los presos, dirección de los comportamientos. No obstante lo anterior, demás está decir que la prisión no ha constituido un mecanismo de readaptación al sistema más que en una ínfima parte. Esto me hace preguntar cuál es el verdadero objetivo de las prisiones. Michel Foucault, en su libro Vigilar y castigar, nos disipa la duda. El delincuente no tiene escapatoria. Si se readapta queda atrapado en la red del control político y económico de la sociedad. Y si no se reconvierte, queda a merced del control policial. Esta segunda alternativa es la que se da con muchísima mayor frecuencia en todas las cárceles del mundo, porque, como dice Foucault, el objetivo final de las prisiones es el perfeccionamiento del delincuente a objeto de dejarlo nuevamente libre dentro del sistema, cuestión que permite justificar (en el momento en que escribo este texto no puedo evitar recordar la cinta “Hijos de la Calle”, que relata la trágica transformación de cuatro niños ingresados a un reformatorio norteamericano) el imponente desembolso de recursos por parte del Estado para mantener un ejército policial de vigilancia en la ciudad.

Pero esto no basta para el ejercicio de la gubernamentabilidad, es necesario centrar el poder ya no sólo en el cuerpo, sino en las almas, como en la Edad Media lo hacía el confesor. Para este efecto el hospital, en la modernidad, incorpora todas las técnicas provenientes del ejército y la escuela a objeto de reencausar la conducta de los pacientes hacia los destinos propiciados por el sistema político. El hospital actual no sólo cura; enseña, registra conductas, separa sujetos, distribuye destacamentos de enfermos y por sobre todo incorpora, con todas las prerrogativas de las demás disciplinas de salud, la psiquiatría, destinada a dirigir los comportamientos de todos aquellos considerados fuerza improductiva dentro del sistema.
Pero, ¿quién decide lo que es normal o anormal dentro del sistema? La respuesta es obvia, el mismo poder político cuyo último brazo se encuentra representado por la medicina que hoy se ha convertido en un centro más de distribución de los productos que las empresas farmacéuticas incorporan al mercado.

Así unimos política, medicina y mercado, unión que sin darnos cuenta coopta la precaria libertad de los sujetos. Pero, ¿por qué dice eso?, yo soy libre de hacer lo que quiera, dice el ciudadano medio. Sí, somos libres, es cierto, pero siempre y cuando nuestra libertad sea para consumir. Tenemos libertad es cierto, pero sólo para elegir entre los distintos artículos que se ponen a circular dentro del mercado. Así nuestra libertad queda esclava, pues se da sólo si aceptamos vender nuestra fuerza de trabajo al sistema económico, para así sumarnos a la danza del consumo.

Los vicios del poder

Nunca se está fuera de una ideología, así como el protagonista de Matrix nunca se encuentra fuera de la Matriz. Parece obvio que si un sujeto se siente libre, o postula una emancipación de la sociedad, lo primero que debe hacer es no tragarse cualquier sistema que se le ofrece. Lo mínimo, tal vez, sería conocer el origen y cosmovisión del grupo a quien le estoy dando poder sobre mí.

Los marcos ideológicos tienen una capacidad que pocas tecnologías poseen, la capacidad de dar explicación a todos los componentes de la realidad. Es así como las religiones han funcionado, en ellas hasta la más pequeña hoja de un árbol tiene una explicación dentro del sistema (por ejemplo: todo es creación de Dios). De la misma forma han actuado los partidos políticos tradicionales, poniéndose, en primer lugar, como centro superior de la realidad para, a partir de allí, dar una explicación de todo lo que es marginal o excéntrico. Si no hubiese sido por la caída de los socialismos reales el año '89, y la caída de las Torres Gemelas el año 2001, todavía estaríamos pensando que sistemas ideológicos cerrados, como el socialismo y el capitalismo, por el hecho de dar una explicación racional de la realidad, pueden llegar a ser inexpugnables; no hay tal. Hoy, y desde Hiroshima y Nagasaky, estamos viendo cómo los sujetos descreen más y más en la razón como mecanismo para lograr el progreso. En efecto, en la modernidad creíamos que la razón, la articulación lógica de la realidad, podía llevarnos a una especie de Happy End generalizado. Sin embargo, hoy vemos que esa misma tecnología fría, anónima y racional, nos ha estado llevando poco a poco a la negación del otro de carne y hueso y a las catástrofes ecológicas y planetarias que todos conocemos.

El mundo de hoy no es el de antaño; cambió. Esto se huele, se siente, es como algo que flota en el ambiente; las nuevas generaciones ya no vibran con las banderas ideológicas, incluso la ética ha llegado a ser light (sigo tal o cual principio moral siempre y cuando no afecte mis intereses), ya nadie, o casi nadie, sigue un valor hasta la muerte. Los medios de comunicación ya dejaron de retratar o informar sobre la realidad; ahora la transforman, a través de programas destinados a crear impacto o cambio social. Las máquinas dejaron de ser frías y anónimas, y hoy asistimos al advenimiento de las máquinas eróticas. La idea de revolución ya pocos la defienden, puesto que muchos se han dado cuenta que el capitalismo tiene tal capacidad de mutación, que se traga todas las críticas y las incorpora a sus mecanismos. Aún más, pareciera que hoy en día, el mercado estuviera esperando a que lo criticaran para conocer dónde está el enemigo y qué piensa, a objeto de crearle un lugar dentro de su sistema (así nacieron las ONGs y la multitud de dineros a los que pueden postular grupos que antes solo se contentaban con ser contestatarios, me refiero a los grafiteros, grupos culturales, etc.).

Por otra parte, hoy la política ha devenido cada vez más en publicidad y marketing, o en luchas sectoriales como las reivindicaciones ecológicas, sexuales, indígenas, culturales, etc. Pareciera que ya nadie se atreve a discutir la ideología económica que articula la sociedad. Pero es obvio que cuando el FMI (Fondo Monetario Internacional) presta dinero, lo hace a partir de una ideología clara y precisa. La economía ha devenido en una ciencia neutra, y las palabras de los economistas parecen la palabra de un ente trascendente que mira desde una lejana pureza ideológica la realidad. Sin embargo es obvio que la economía para ser tal, primero debe tener una visión del hombre y luego de la sociedad. El capitalismo creo un nuevo tipo de hombre, el “homo economicus”; tanto tienes, tanto vales. Los economistas no mencionan la palabra ética en sus discursos, pues parece todo se vale con tal de poseer. Pero a pesar de que conseguimos cierto bienestar y comodidades, tarde o temprano nos asalta el rostro imbatible de nuestra precariedad, enfermedades, muertes, separaciones, pérdidas, malos entendidos, traiciones, etc. Creo que el error de la economía y también de los partidos políticos, y eso explica muchas de sus prácticas, es intentar definir la realidad en un marco ideológico cerrado, cuando la realidad se define más por su falta que por su contenido.

No existe ningún sistema político que haya perdurado en el poder. Lo extraño es que cada uno de ellos se coloca como el eterno y único representante del pueblo, la patria o los ciudadanos, como la real solución a los problemas sociales, esto al menos hasta que logra acceder al poder. “El poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente”, dice un antiguo refrán de la ciencia política. Los partidos pasan por ciclos, todos han pasado por etapas semejantes. Un grupo se siente más puro que otro, se separa de su origen y funda una nueva colectividad bajo la consigna de no cometer los mismos errores que sus progenitores ideológicos. Sin embargo, tarde o temprano afloran las divisiones, las pugnas por el poder y, por supuesto, el deseo de eternizarse a como dé lugar en el sitio de poder al que se ha llegado. Así la lucha por los ideales de libertad e igualdad social terminan convirtiéndose en la defensa del lugar en el que el poder los ha instalado.

Antes de querer acceder al poder, creo, debe ejercerse una crítica tenaz, profunda y total, a lo que ha significado el uso del poder en la política a lo largo de la historia. Sin esta crítica al poder, pienso, se llegará tarde o temprano al mismo punto en que nos deja el sistema político actual. El poder tiene un objetivo claro: vigilar y castigar. Así está armado el estado, por eso se llena a los ciudadanos de encuestas por todos lados. Se desea conocer hasta nuestros pensamientos, con el objetivo de controlarlos. The Truman Show relató muy bien este hecho. El protagonista no sabe que ha sido incorporado a un reality desde su nacimiento por una transnacional de las comunicaciones, no sabe que el poder lo maneja y vigila, pero aún así se siente libre de amar y procrear. Neo en Matrix, sufre un colapso cuando Morfeus le revela que ha vivido en un sueño virtual administrado por un programa de computación. ¿Qué es real?, pregunta Morfeus a Neo, ¿Qué es realmente la democracia?, pregunto yo.

La democracia

Un signo actual de los tiempos es el descreimiento general en el sistema democrático; los partidos están en desprestigio, a los jóvenes no les interesa la política. Creo que esta visión pesimista del sistema político irá cada vez más en aumento si es que no reformulamos, desde su raíz, nuestra visión (como sociedad) de la democracia, entendida no como la irrupción de un significante-partido único que coloca a todo el resto como marginal (como hasta hoy), sino entendiéndola como un significante vacío, al cual todos pueden acceder y que por tanto siempre está en riesgo. Creo que el mejor antídoto contra los excesos y delirios del poder se encuentra en la noción de que el poder se ejerce para perderlo. [Hasta hoy en la realidad social chilena, ha existido un significante único, apreciable en la homogeneidad política, cultural, sexual y hasta étnica de nuestro país; no se da espacio a la diversidad.]

¿Por qué hablo de significante vacío? En primer lugar, porque estoy tratando de articular un discurso político que sea un antídoto contra el dogmatismo, contra la idea de pensar que si yo y mi grupo no accede al poder, Chile perderá o retrocederá o estará al borde del precipicio. Para mí (estas notas tienen la intención única de sincerar mi subjetividad ante otras subjetividades), el debate ya no debe centrarse en la dicotomía socialismo o mercado, izquierda o derecha, sino más bien entre democracia o totalitarismo. Lo que me interesa es reflexionar respecto a alguna idea, huella o señal que me permita poner freno a los esquemas totalizantes de la sociedad chilena. Algunos han llamado a este punto de vista Democracia Posmoderna o Democracia Plural, pero el nombre en realidad no interesa mucho, lo que interesa es la pregunta de Morfeus: “¿Qué real?” Y lo real de la democracia, me parece a mí, es que constituye una falta, un hueco, que no tiene significante definido, nunca lo ha tenido y nunca lo tendrá, porque es el hombre mismo el sujeto de esa falta, un hombre que es precario, que no puede controlar todo los imponderables que le aparecen por el camino, un hombre que en su centro es habitado por el lenguaje, lenguaje que lo saca de la naturaleza real y le hace reemplazar el mundo por palabras. Aquí se produce el vacío, esto explica nuestra precariedad. Los animales no necesitan aprender un lenguaje, el instinto les dice como actuar. A nosotros en cambio se nos pone esta camisa de fuerza que nos hace imposible actuar si no dominamos los cierres y candados del lenguaje. Nadie nace con un lenguaje, este lo adquirimos de nuestros padres, de nuestra madre en primer lugar, y luego del sistema cultural que nos ha tocado en suerte. Pero como un eterno retorno, tendría que decir que a su vez el lenguaje de nuestros padres ha sido dado por el sistema cultural, así se produce la retroalimentación. Volvemos eternamente a la corrupción, al clientelismo, a las prácticas rastreras o autoritarias, porque nunca nos hemos dado el tiempo ni dedicado el esfuerzo para analizar aquellas palabras que circundan la política y que asumimos sin más: poder, igualdad, libertad, democracia, etc.

Cómo se ve, la palabra es importante en todo lo que trato de decir. Sin palabras, sin lenguaje, no hay política, el problema es que el lenguaje reemplaza a las cosas, a la realidad. El lenguaje me ha quitado la realidad para siempre en la medida que es arbitrario, el lenguaje no es mío, ya estaba antes (¿soy libre para pensar cuando pienso con un lenguaje que no es mío?, me pregunto), el lenguaje en la era de la técnica ha incorporado muchas palabras que uso, pero cuyo origen desconozco totalmente. ¿Soy lo que quiero ser o soy lo que quisieron que fuera? El lenguaje me forma y me hace hablar, por el lenguaje ingreso a un partido o un movimiento, por el lenguaje voy a la seducción y la conquista, por el lenguaje entro en el sistema educativo, por el dominio de este lenguaje recibo premios o reprimendas. Neo, como míster Truman, descubren finalmente que toda su conducta y sus proyectos han sido constituidos por un gran otro llamado Matrix.

¿Cuándo noto que la democracia es un vacío? En las elecciones, en ese pequeño y fugaz momento en que nadie es dueño del poder. Ese momento indecible, en donde no sabemos quién manda. ¿Quién manda realmente cuando Pinochet le pasa la piocha de O´Higgins a Aylwin? Es ese momento indecible el que me interesa, ese momento que yo no puedo definir, el traspaso de un significante a otro requiere que haya entre ellos un vacío, de lo contrario sería imposible la distinción entre el antiguo y el nuevo poder. El error de la política chilena tradicional, me parece a mí, es el acceso al poder con delirios de universalidad. Pensando que ellos, y no otros, son los auténticos representantes de la ciudadanía, del proletariado, de la clase media, los pobres, los grupos marginados, etc. Sólo cuando se pierde una elección el sujeto político con su partido se da cuenta de lo que es, una ínfima particularidad.
Este deseo de ser el centro de todo parece ser algo inherente al ser humano. Necesitamos que nuestras convicciones sean aceptadas por el mayor número posible, necesitamos que el otro nos tome en cuenta. Nuestros diálogos en realidad son en sí una batalla por el poder, donde alguien lucha por imponer su convicción. La diferencia, creo yo, se encuentra cuando esa convicción es conciente de su precariedad o cuando, efectivamente, se asume como la única y verdadera visión de lo real. Entonces, llego a la conclusión, que ese vacío en la democracia, es verdaderamente su condición de posibilidad.

La propuesta

Propongo, entonces, una política discursiva, una política que logre la articulación hegemónica a partir de distintas tendencias, de voluntades distintas, voluntades que luchan incansablemente por la hegemonía, por llenar ese “vacío”; la democracia.
Propongo aprender a tolerar a la precaria y a veces patética humanidad. Somos humanos, y a veces demasiado humanos.
Propongo tomarnos un tiempo para conocer cómo nos maneja el poder, cuáles son los límites que nos impone y cuáles son las posibilidades de traspasar esos límites. Mientras no tengamos claras nuestras limitaciones seguiremos creando castillos de libertad, igualdad y fraternidad, cuando lo que en realidad queremos es tener poder para controlar, vigilar, despilfarrar y marginar al diferente. Si no somos capaces de crear ya no significantes únicos, sino significantes, por llamarlos así, flotantes, en política, siempre el espectro de las prácticas anulantes y las maquinas de exterminio estarán a la vuelta de la esquina, en medio de nuestros diálogos, a veces de manera vedada o mostrando su fría crueldad.
Propongo entender la democracia y la lucha de poder como la contienda entre adversarios equivalentes en relación al significante vacío del concepto democracia, diferentes en relación a ellos mismos.
La lucha ideal por el poder debería, a mí parecer, aspirar a un poder en medio de las aguas, el que, lejos de ser evanescente, en cualquier momento se puede hundir (esto no es dañino para nadie pues implica que otras subjetividades, marginadas hasta el momento, han tenido mayor capacidad de articulación que las propias).
Sin cambio, no hay renovación. Sin una visión nueva del hecho político, del poder, de la democracia, etc., estaremos siempre condenados a repetir la historia de los partidos y conglomerados que al final de sus días y sólo cuando pierden en las urnas, se miran al espejo para darse cuenta que no son nada más que una voz entre la multitud de voces, una voz no mejor, ni peor, una voz equivalente a las otras, una voz que sencillamente está de paso por el poder, de paso por el poder para finalmente dejarlo en manos del que estaba marginado.

sábado, 20 de marzo de 2010

La nación del arco iris

[Entonces me quedo pensando en el "apartheid-implícito" de nuestra sociedad; generado por el neoliberalismo y evidenciado por el reciente "tusunami". Y pienso que nos falta un Mandela.]

Sudáfrica, un sobrevuelo

Sudáfrica es el país más rico de África. El país del sur se adjudica un 25% de PIB total de África y cuenta con un gran volumen de capital nacional (público y privado) en estrecha relación con las grandes redes económicas mundiales, y la industria de Sudáfrica es la más poderosa y diversificada de todo el continente negro. Sudáfrica es conocido por su diversidad de culturas, idiomas y creencias religiosas. El inglés es el idioma más común en la vida oficial y comercial sudafricana, a pesar de ser el quinto idioma más hablado del país de forma materna. Sudáfrica es un país variado desde el punto de vista étnico. Aunque el 80% de la población sudafricana es negra, dentro de este grupo se encuentran gran cantidad de comunidades étnicas que hablan diversas lenguas bantúes. Sin embargo, Sudáfrica es también un país en el que existen grandes desigualdades entre los distintos grupos sociales; mientras existen grandes fortunas y las capitales están entre los principales centros de negocio de África, aproximadamente una cuarta parte de la población sudafricana no tiene trabajo (cesante) y vive con menos de $1,25.= diarios.

Algo de historia (brevísimo resumen autorizado)

Los humanos han habitado el sur de África desde hace más de 100.000 años. Al momento de la llegada de los europeos, a mediados del siglo XVII, la población indígena era una mezcla de pueblos emigrados desde otras partes de África, siendo los pueblos dominantes el Xhosa y el Zulú.

En 1652 la Compañía Holandesa de las Indias Orientales estableció un pequeño asentamiento que se convertiría en Ciudad del Cabo. La ciudad se convirtió en colonia británica en 1806. Los asentamientos europeos se expandieron durante la década de 1820, cuando los Bóers (colonos originarios de Holanda, Flandes, Francia y Alemania) y los colonos británicos reivindicaron territorios al norte y al este del país, produciéndose una serie de conflictos entre los Afrikáner (Bóers), los Xhosa y los Zulú por la posesión del terreno.

El descubrimiento de yacimientos de diamantes y minas de oro provocaron el conflicto conocido con el nombre de Segunda Guerra Bóer, que enfrentó a británicos y bóers por el control de los recursos minerales del país. Aunque los bóers resultaron perdedores de la guerra, el Reino Unido concedió en 1910 una independencia limitada a Sudáfrica como colonia británica. En el interior del país, la élite blanca antibritánica llevó entonces a cabo una serie de políticas con la intención de lograr la independencia total. La segregación racial fue tomando fuerza e impregnando la legislación surafricana, instituyéndose el régimen que se conocería posteriormente con el nombre de apartheid, que estableció clases de estratificación racial.

El apartheid, una pincelada

El país alcanzó finalmente la independencia en 1961, cuando fue declarada la República de Sudáfrica. El gobierno continuó legislando según el régimen del apartheid, a pesar de la oposición tanto exterior como interior al país. En 1990, el gobierno sudafricano comenzó una serie de negociaciones que terminaron con las leyes discriminatorias y con la convocatoria de las primeras elecciones democráticas en 1994.

El régimen del apartheid (significa "separación" en Afrikaans) consistía en la división de los diferentes grupos raciales para promover el desarrollo. El movimiento fue instaurado por los colonizadores holandeses de raza blanca durante el siglo XX. Promovía una segregación racial, clasificación que se efectuaba de acuerdo a la apariencia, a la aceptación social o a la ascendencia.

La población estaba clasificada en cuatro grupos; blancos, negros, indios y mestizos (de color). Si bien los mestizos (e indios) eran discriminados, recibían mejor trato que los negros, principales afectados. La teoría del apartheid era que los de color eran ciudadanos de Sudáfrica con limitados derechos, mientras que los negros eran ciudadanos de cualquiera de los diez estados autónomos creados para ellos, no sudafricanos.

Para ilustrar en "algo" el sistema vale la pena notar, por ejemplo, que la ley sudafricana reservaba ciertos distritos en las ciudades donde sólo podían ser propietarios los blancos, forzando a los no blancos a emigrar a otros lugares. Se establecieron zonas segregadas tales como playas, autobuses, hospitales, escuelas e incluso bancos en los parques públicos. Entre otras medidas del régimen se encuentran:

- Los negros no podían ocupar posiciones en el gobierno y no podían votar excepto en algunas aisladas elecciones para instituciones segregadas.
- Los negros no podían habilitar negocios o ejercer prácticas profesionales en las áreas asignadas específicamente para los blancos.
- El transporte público era totalmente segregado.
- Los negros debían portar documentos de identidad en todo momento.
- A los negros no les estaba permitido entrar en zonas asignadas para población blanca, a menos que tuvieran un pase. Los blancos también tenían que portar un pase para entrar en las zonas asignadas a los negros.
- Edificios públicos tales como juzgados u oficinas de correos, disponían de accesos diferentes para blancos y negros.
- Las áreas asignadas a los negros raramente tenían electricidad o agua. Los hospitales también eran segregados: los hospitales para los blancos tenían la calidad de cualquier nación desarrollada, mientras que los asignados a los negros estaban pobremente equipados, faltos de personal y eran muy pocos en relación a la población que servían.
- En 1970 la educación de un niño negro costaba el 10% de la correspondiente a un blanco. La educación superior era prohibitiva para los negros.
- El ingreso mínimo para el pago de impuestos era de 360 rand para los negros y mucho más alto para los blancos, unos 750 rand.

La Sudáfrica actual: mi mirada


[Hace un par de años conocí a dos sudafricanos, radicalmente opuestos entre sí. De nuestras largas conversaciones logré asirme de una mini-visión que he ido engrosando cual avalancha durante el tiempo que ha transcurrido desde entonces. En este par de líneas mi humilde opinión.]

A 20 años de la abolición, las heridas persisten. Los sudafricanos "originales", los que "llegaron primero", los negros, cargan con una historia de dolor y opresión tan amarga, que todos los diamantes del mundo serían incapaces de compensar. Los negros (y mestizos) fueron injustificablemente discriminados desde la mismísima llegada del hombre blanco al continente.

Y es que el blanco despiadado, el discriminador, el segregador, el que considera al hermano negro como un ser inferior, menos persona, existió y existe. Nada sabe de culturas diferentes, de etapas de desarrollo cultural (evolución), de falta de oportunidades, de derechos humanos. No comprende, cree que el negro es un ser inferior, que es literalmente más tonto que el blanco, que es incapaz. Y parece increíble, pero lo cierto es que aún son muchos y existen, hoy, aquí, en el mundo real, ese mundo real que a miles de miles de kilómetros de distancia nos parece inverosímil.

Aunque no todo el blanco sudafricano es, ni fue, un ser abominable. Hay blancos que entienden. Saben que nadie es más que otro, que todos somos iguales en dignidad y derechos, respetan, son personas. La misma abolición del apartheid fue un proceso gradual de más menos cuatro años, en el que muchos blancos se hicieron protagonistas. Y estos blancos existieron siempre, aunque, por desgracia, fueron minoría.

Hoy, el odio racial en Sudáfrica es una herida en proceso de sanación. Aún hay mucho negro resentido (con justa razón) y mucho blanco prepotente. La discriminación es un problema difícil de erradicar.

Pero entre tanto odio hay uno al que es imposible ignorar. Uno que no fue guerra, sino paz, no fue oscuridad, sino esperanza, no fue odio, sino amor.

Madiba
[Extracto de nota publicada el 15 de febrero de 2010 por Carlos Parker, diario El Mostrador.]

El 11 de febrero se conmemoraron 20 años de la liberación de Nelson Mandela. Madiba, el nombre con que le llaman cariñosamente sus compatriotas, permaneció por 27 años prisionero del gobierno racista sudafricano, 18 de los cuales los pasó en una pequeña celda de apenas 2,5 metros por lado, durmiendo en un colchón de paja, mal alimentado y sometido a régimen de trabajos forzados en la prisión de Robben Island.


Convertido en paria internacional, condición que el régimen racista sudafricano compartió con la dictadura militar chilena con la cual, por cierto, mantuvo estrechos vínculos diplomáticos, militares y económicos, y sometido a la presión incesante de las manifestaciones populares, el régimen del apartheid que proclamaba y aplicaba sin piedad ni tapujos la política de supremacía blanca en un país de población mayoritariamente negra, no tuvo más remedio que proceder a la liberación incondicional del líder histórico del Congreso Nacional Africano (ANC) cuando Mandela tenía ya 71 años. Desde aquel momento decisivo se desató un proceso político y social de imprevisibles consecuencias, en medio de una atmósfera contaminada por invocaciones a la violencia racial y de maniobras desesperadas del régimen racista para dividir al adversario pactando con agrupaciones de la mayoría negra contrarias a la hegemonía del ANC.

Hubiese bastado una palabra, o tan sólo un gesto de Mandela para haber arrastrado al país a una cruenta guerra civil, con el odio racial por bandera. Motivos suficientes y comprensibles para que la población negra oprimida pudiera haber optado por la venganza contra sus verdugos los había a destajo.

Y habría sido comprensible también que de la prisión hubiese salido no el hombre a quien se vio sonriente y animado alzando el puño, sino a un individuo lleno de rencor e ira, dispuesto a usar su prestigio nacional e internacional y su decisiva e influencia para cobrar las cuentas acumuladas de las humillaciones sin nombre, las violencias y las injusticias propinadas a su pueblo por una minoría brutal e implacable.

Pero la generosidad de Mandela, su bondad, su enorme estatura moral y su extraordinario genio político, se puso desde el primer momento en evidencia para interponerse como un muro indestructible ante esa marea rabiosa que pugnaba por sumir al país en un baño de sangre. Así fue crucial su potente llamado a los jóvenes de la ANC a tomar sus cuchillos, sus armas y machetes y lanzarlos al mar, cuando en 1994 fue electo presidente de la nueva Sudáfrica.


Había que ser valiente y decidido en esa hora de justicia y victoria para hacer una invocación semejante. Y los acontecimientos políticos comenzaron a tomar desde entonces un curso impensado. El mismo que ha llevado a Sudáfrica a ser un país respetado y apreciado, como una demostración de que se pueden conjugar los intereses más irreconciliables, como lo eran en efecto los de la minoría negra y la mayoría blanca, y exorcizar los recíprocos temores y desconfianzas nacidas de una experiencia histórica brutal y dramática. Anclada en una concepción racista convertida en sistema institucional discriminatorio que la apropia ONU declaró en su día como un crimen contra la humanidad.

La historia de vida de este político gigante en un mundo de enanos este relatada en primera persona en su autobiografía llamada “Largo Camino a la Libertad”, en la que nos conduce desde su infancia en la aldea Xhosa del Cabo Oriental donde nació y creció, hasta su experiencia como abogado y su ingreso al ANC, organización fundada en 1912, pasando por su experiencia carcelaria, su liberación y su elección como presidente en los primeros comicios sudafricanos en que se aplicó el principio de un hombre un voto (primer presidente electo mediante sufragio universal).


Más recientemente, el libro de John Carlin “El factor Humano”, que inspiro la película “Invictus” protagonizada por Morgan Freeman en el papel de Mandela, nos ilustra con entretelones extraordinarios sobre los días en que el destino de Sudáfrica pendía de un hilo, del que Mandela supo tirar con delicadeza para tejer con paciencia, talento y capacidad de seducción, el entramado de un país reconciliado que hoy se mira a sí mismo como la nación del arco iris.

[Entonces me quedo pensando en el "apartheid-implícito" de nuestra sociedad; generado por el neoliberalismo y evidenciado por el reciente "tusunami". Y pienso que nos falta un Mandela.]

jueves, 18 de marzo de 2010

INFOCAP, La Universidad del Trabajador


Gastronomía tarde, Segunda Generación INFOCAP Biobío.

INFOCAP
, 'La Universidad del Trabajador', es una fundación sin fines de lucro, cuya misión es capacitar y formar a trabajadores de escasos recursos por medio del desarrollo de competencias laborales que les permitan adquirir una mejor calidad de vida. La Fundación capacita (casi) gratuitamente durante 3 trimestres a trabajadores en las áreas de Peluquería, Gastronomía, Instalaciones Eléctricas, Instalaciones Sanitarias, Corte y Confección (sólo Stgo.), Albañilería (sólo Stgo.). El proyecto se orienta a personas de bajos ingresos económicos y alta vulnerabilidad social.
Se trabaja en dos jornadas; tarde (orientada a la dueña de casa) y noche (orientada a los trabajadores).

INFOCAP nace en Santiago de Chile en 1984, fundada por la Compañía de Jesús (Jesuítas) e inspirada en el pensamiento del Padre Hurtado. En 2008 abre una segunda Sede en Concepción, Región del Biobío. En INFOCAP trabaja un staff de profesores contratados y otro de profes voluntarios. El proyecto se financia en base a aportes de la organización de Jesuítas Chile (Compañía de Jesús) y otros aportes privados.

Junto a mi amado Marce trabajamos durante un año en INFOCAP Biobío. Como dupla de profes voluntarios impartimos la asignatura Trabajo Independiente II para los oficios de Gastronomía y Peluquería, donde enseñamos conocimientos relativos a la "legalización del pololo"; confección de presupuesto, publicidad, garantía, legalización (impuestos), inicio de actividades, Micro Empresa Familiar MEF, boleta de honorarios, microcréditos, entre otros tópicos.

Enamorada de INFOCAP.

¿Por qué creímos (creemos) en el proyecto?

Alguna vez me preguntaron porqué creí en el proyecto: Estoy convencida. Lo hago para aportar a superar la pobreza de mi patria. Lo hago porque creo en la ayuda inmediata que significa la capacitación laboral (el valor monetario intrínseco del know how), que permite una mejor calidad de vida palpable "ahora" (para los padre y los hijos), pero, más aún, lo hago because I believe in something. Creo firmemente que el know how no sólo se traduce en mayor catidad de "cosas para el buche", creo que se traduce en una visión, una veta de oportunidades a largo plazo. Los hijos de esas madres y padres capacitados, vía educación, adquirirán una perspectiva nueva, crecerán en un hogar, no sólo con un mejor estándar de vida (mejores posibilidades right now), sino también con perspectivas de superación mejores (mayor visión-> se "perciben" mayores oportunidades-> mayores posibilidades de surgir a futuro). Pero en los hijos de los hijos, y en los hijos de los hijos de los hijos, sí que cosecharemos en grande. Mayor visión, mayores oportunidades... todo gracias a la educación, that's all.

Mi dupla tenía sus razones también: "Lo que me motiva es la es la creencia en que el trabajo es un apecto importante para la dignificación del ser humano y que el conocimiento es lo único que separa a un emprendedor de dar su siguiente paso".

A fin de cuentas, no cabe duda: lo hicimos por amor, lo hacemos por amor.

La despedida 

Hoy cierro(mos) el ciclo, dejo(mos) INFOCAP para caminar hacia otros rumbos. Lo hago con tristeza, pero convencida de que la patria me llama a retribuirle desde otros lares.

¡Viva Chile!


Carla.

sábado, 13 de marzo de 2010

The Fever


"
La vida que he llevado es irremediablemente injusta. No tiene justificación. Mi simpatía por los pobres no cambia su vida. [...] No soy mejor que nadie, y no merezco más de lo que ellos tienen."

Recomiendo el monólogo The Fever, de Wallace Shawn. Tanto el texto original, que adjunto, como la representación de Vanessa Redgrave (HBO film).

The Fever, by Wallace Shawn

viernes, 12 de marzo de 2010

2702

[Como intentando retener en la memoria cada momento de lo vivido el 2702 y los días venideros, estampo estas líneas en el trozo de papel virtual que siempre está dispuesto a escuchar.]




Carla Coronado Leiva, Crónica de un terremoto

Son las 3:35 del sábado 27 de febrero de 2010. Despierto atontada, en la oscuridad. Despierto de mi sueño profundo. Y me levanto y camino unos pasos, hasta donde puedo, sin ojitos. No puedo seguir. Entonces, como quién toma el rol que le corresponde en una obra de teatro, asimilo lo que pasa. El ruido es ensordecedor, todo cae, todo se mueve, es horrible. Estoy sola, sola en esa inmensa oscuridad. Y grito, Álvaro no responde. No sé en qué momento se detendrá; si lo hará antes o después que la casa caiga. El miedo es enorme, no me suelta, no me deja ser.

Entonces me responde, como si el metro y medio, y la pared que nos separan se hubiese amplificado infinitamente. La voz se oye como de ultratumba. Está bien, vive.

Quiero salir de ahí, tengo miedo. Como puedo busco mis zapatos, no se puede pasar ni pisar; todo son muebles, todo vidrios. Bajamos como podemos. Salimos. Somos los primeros. Ya he intentado llamar a mi Marce, y a mi padre. Nada. Afuera todos locos, todos se van. Nosotros nos quedamos.

La desesperación y la incertidumbre nos desgarran el alma. No sé cómo están los queridos, nadie sabe nada. De pronto una radio. No hay tsunami, menos mal.

Entonces esperamos que la oscuridad mengüe. En el auto, nos cobijamos como podemos. Un par de vecinos aguardan a los suyos con nosotros. Son minutos eternos, los más eternos y horribles de este mundo.

No hay agua, no hay luz, no hay comunicaciones.

Se cayeron puentes, edificios, pasos. Se inhabilitaron carreteras, cayeron casas.

Ya amaneció. Gonzalo no ha llegado, suponemos está bien. Vamos por mi tía Gloria, a su edificio. El caos está desatado. Mucha gente por las calles, en pijama, en carpa. Muchos robando. La tensión en el ambiente es horrible.

Logramos subir a tientas, estaba encerrada. Volvemos a casa. Gonzalo está bien. La espera continúa.

No hay ningún tipo de comunicación, la desesperación aumenta. La gente está desorientada, nosotros en vilo.

Tsunami en las costas de la séptima región. Al oeste de Cauquenes, estaban allí. Tenemos miedo, pero estamos seguros.

Talca está abajo, mi Talca querido.

Las horas son eternas, continuamos sin saber nada, sin comer nada. La radio funciona, informa.

A las 18:30 salgo afuera. Tengo rabia. Todas las familias están juntas, nosotros no. Y llegan, por fin. Se salvaron de milagro.

En Loanco no quedó nada, la caleta desapareció. No hubo muertos; hubo llanto y rechinar de dientes.

Ha sido terremoto 8.8 Richter, y ha habido un posterior maremoto. Mucha gente ha muerto, tal vez mil. Las regiones del Maule y del Biobío son las más afectadas, a pesar de que también hay problemas en la quinta, la sexta y la metropolitana. Se sintió en todo Chile.

No sé nada de Marcelo, pero sé que está bien, no sé cómo. Estoy mejor, ya puedo existir.

Es de noche. Se desatan los asaltos. El pánico se expande.

Es domingo. Deseo ir a verle. Quiero ir en bici. No se puede. Sólo queda esperar.

Vamos por agua a la laguna.

Entonces llega. Viene por mí, a verme, a saber que estoy bien. Es mi amado, el que fue destinado en el principio para ser mi esposo, no hay duda.

Cocinamos en la parrilla, con los palitos que encontramos.

Debe volver.

Los asaltos se descontrolan. Han saqueado todo, han quemado y robado. La policia nada puede hacer. Las autoridades reclaman por militares. No hay llegado, ¿dónde están?

Imponen toque de queda, no sirve de nada.

Es de noche otra vez. Tenemos miedo. Dicen que vienen, hablan del lumpen, de las ordas, del pillaje, de la turba. Dicen que violarán a las mujeres, que robarán todo. Los hombres hacen turnos, defienden lo nuestro. Se escuchan tiroteos. La desesperación crece, todo es horrible.

Ya es lunes.

Se piden más militares. Ya son casi 10.000. Todo anda mejor, al menos un tanto. Bomberos y otros servicios exigen resguardo militar para trabajar.

No hay comida, ni agua potable, ni energía elétrica, ni gas, ni bencina. Cada uno se las arregla como puede, con lo que tiene. Los vecinos se ayudan.

Se han robado camiones aljibe, incluso han asaltado y quemado todos los Blockbuster.

Es martes y ya tenemos agua potable. Está turbia, pero somos privilegiados y lo sabemos. Las Municipalidades reparten agua para quienes no tienen, las filas para conseguirla son interminables en toda la intercomuna.

Miércoles. Con Álvaro venimos de Conce a pie por Pedro Aguirre Cerda cuando se da la segunda alerta de tsunami. El caos y la desesperación es total. Me siento abandonada, sola, sin saber qué hacer, otra vez.

Decidimos regresar a casa. Mal hecho.

Era falsa, menos mal.

Ya no puedo escuchar ningún ruido fuerte sin alarmarme, mucho menos una sirena.

El jueves nos llega la energía eléctrica, ¡menos mal! Ya puedo comunicarme con Marcelo, y tengo acceso a internet.

El viernes mi padre improvisa una antena. Podemos ver televisión.

Todo es horrible. De las caletas no queda nada. Hablo de Iloca, Boyeruca, Loanco. Chanco, Constitución, Pelluhue, Curanipe, Llico, están devastadas. El casco viejo de Talca se vino a bajo, todo el centro también. La región del Biobío sufre, Dichato, Talcahuano y toda la provincia de Arauco sin esperanza.

Es sábado y se realiza una Teletón Nacional: Chile ayuda a Chile. Se recaudaron $30.000.000.000, el doble de la meta inicial.

Desde el lunes tenemos sólo 6 horas para salir a la calle, a partir de las 12 del día. Eso permite que arriben camiones con ayuda a la zona y que la ciudad comience a caminar lentamente otra vez.

Chile se moviliza, varios voluntarios intentan ayudar.

Es domingo y llueve. Vamos al Líder, allí arman canastas familiares. Vamos a pie por el Juan Pablo II, que ya no se podrá utilizar.

Aún muchos sin energía, agua y comida.

Ya es martes y Marcelo viene por mí. Nos vamos a su casa. La comida escasea pero en varios lugares venden algunas cosillas "básicas". Las colas son enormes. Hoy ya se puede pasar el puente sin estar estancado 7 ó 4 horas. Aún hay comunas que no reciben ayuda. En Lota y Coronel no hay nada, lo saquearon TODO.

Hoy el toque de queda se alarga, ahora es de seis de la mañana a nueve de la noche.

Es miércoles y vamos a Chiguayante y al centro de Conce. Tengo miedo. Muchos negocios saqueados. Muchos edificios desalojados con peligro de caer. Hay que transitar con cuidado, todo ha sufrido daños no menores.

Es jueves de nuevo y hay otra alerta de tsunami. Estoy en Penco y la gente en los cerros no se alarma. De nuevo no sucede, gracias a Dios.

Vuelvo a casa. Traigo harina, levadura y aceite.

Viernes. Todo mejor. Ya no hay colas para bencina. Hay un par de puentes mecano absolutamente habilitados en el puente Llacolén, el único sobreviviente. Hoy comienza la restricción vehicular. Marcelo no puede venir a verme. Se acorta el toque. Ahora se puede transitar hasta las 23:00 hrs.




Carla Coronado Leiva, Mis nuevos ojos [Un puñado de sentimientos.]

Tengo un par de ojitos nuevos... y un corazón lleno de pesares.

Y tengo miedo...

Es de noche y lloro, lloro, lloro... lloro por mi gente linda, mi gente querida que sufre, que tiene hambre, que tiene frío. Lloro por las vidas que se perdieron, y por las historias de horror que se tejieron. Lloro por las familias separadas paras siempre y por los pequeños que quedaron solitos. Lloro porque es injusto, porque no hay explicación. Lloro porque están solos y no puedo hacer nada por ellos. Lloro porque siempre a los más pobres les toca lo peor. Lloro porque son gente de esfuerzo, lloro porque ahora están en la calle, lloro porque lo perdieron todo, el sacrificio de toda una vida.
La tristeza me carcome el alma, me envuelve con su manto gris y no me suelta. Es una niebla densa que no escarmienta; todo es oscuridad, todo es miedo, todo horror.
Estoy perdida, camino por las esquinas. No soy nadie, estoy vacía, el mar se lo ha llevado todo, todo.
Ya no puedo caminar, ni siquiera gritar, ni siquiera llorar; todo es un desierto eterno. No hay escapatoria, no me puedo levantar.
No hay rumbo, no hay nada. Sólo tristeza, y desesperanza, y oscuridad, y odio y resentimiento...

¿Qué puedo hacer yo por ti, mi Chile querido?

Entonces me seco las lágrimas, me refriego los ojitos y me levanto... y me arreglo las polleras y me arremango -Dejémonos de llorar y vayamos a trabajar miércale, ¡a levantar Chile se ha dicho!-. Todo sea por el corazón de mi gente; para devolverles la esperanza, la fe, el amor. Fuerza mi Chile querido; hay que levantarse, y para levantarse hay que trabajar.

Y sonrío. Sonrío porque hay tantos a mi lado dispuestos a todo por los demás, sonrío porque el amor existe y se puede palpar, y sonrío porque la mayoría supo volver a lo esencial (eso que es "invisible a los ojos"). Sonrío porque este es un país por el que vale la pena vivir, porque este es un mundo por el que vale la pena vivir... vivir para amar.

¡Fuerza Loanco, fuerza mi caleta querida!
Ustedes que de la nada surgieron y se vistieron de progreso, ustedes que de la madera pasaron a la fibra (de vidrio), ustedes que cambiaron el remo por el motor, ustedes que pescaron y bucearon, ustedes que supieron organizarse, ustedes que ahorraron, ustedes que los gritos los reemplazaron por un frigorífico, ustedes que no desistieron, ustedes que se capacitaron, ustedes que capacitaron, ustedes que viajaron, ustedes que de la "suerte del mar" pasaron a los cultivos, ustedes que construyeron su sede, ustedes cuyos pies cambiaron por ruedas, ustedes que areglaron sus casas, ustedes que lograron restaurantes y negocitos, ustedes que se adjudicaron proyectos, ustedes que de ser una caleta olvidada pasaron a ser un balneario más en el mapa, ustedes, los que cambiaron bueyes por tractores... ustedes; los que tienen la fuerza para seguir.

Quiero comer chocolate y compartirlo... compartirlo con sus amigas de Talca y de "Conce", y con los niños de Iloca, de Boyeruca, de Conti, de Pellines, de Loanco, de Chanco, de Pelluhue, de Curanipe, de Dichato, de Talcahuano, y de Llico, y de...

¡Vamos, vamos! Vamos a oponer a la oscuridad, la fe; a la desesperanza, la esperanza; al odio, el amor... Siempre hay esperanza contra toda esperanza.


Jorge Drexler, Saludo para Chile

Quien en Chile un día vibró,
tiembla cuando Chile tiembla,
llena sus ojos de niebla
si oye que Chile lloró.
Si lo digo es porque yo
llevo en el alma la estela,
la mejor escarapela
que tuvieron mis canciones:
en Chile mil corazones
que hoy pasan noches en vela.


Nano Stern, Décimas Revueltas

En estas horas movidas
desde lejos los abrazo,
los afirmo como un lazo
frente a esta fuerte estampida.
Al igual que nuestra vida
se sacude nuestra tierra
y así cada quién se aferra
a los que quiere de verdad.
Por eso mando pallá
mi firmeza verdadera.

Tanta pena siente el alma
por todos esos hermanos
de Parral y Talcahuano
que sufren con este drama
y que quedaron sin cama.
Ojalá que con el canto
espantemos al espanto
de nuestra patria aturdida
por sus ciudades caídas
y sus réplicas de llanto.

Curicó se vino abajo,
Concepción se destruyó,
Juan Fernandez se borró,
y en Talca se abrió un gran tajo.
En mi corazón yo viajo
y acompaño en el sufrir
a quienes han de vivir
sepultando a sus queridos.
Y por eso, mis amigos
esto les quería decir:

En estas horas fatales
solo quiero agradecer
a la vida por tener
tantos amigos reales.
Antes que lleguen más males
yo les quería decir
por si me toca partir
que los quiero como hermanos.
Ojalá que estén bien sanos
y coleando por ahí!




Cristián Warnken, Chile de memoria

"Si uno se quedaba callada, podía escuchar los lamentos. Hubo gente que quedó aplastada y no murió. Si uno se detenía a escuchar, parecía que todo Chillán estaba llorando". Estas palabras son de Draumelia Sotomayor, sobreviviente del terremoto de 1939.

"Valdivia quedó completamente aislada del resto del territorio. Los primeros informes oficiales se referían a Concepción, Chillán y los pueblos aledaños. Nadie mencionaba a Valdivia. Siendo ya las 0.35 hrs., una improvisada radioemisora logró ser instalada en un potrero de la Isla Teja, y Valdivia pudo comunicar su verdad, provocando un impacto tal en el resto del país, que no pudieron evitar llorar como niños". Valdivia, 1960.

Nací en 1961, mi primer llanto fue a finales de enero, meses después del terremoto y maremoto de Valdivia, mis primeras lágrimas cayeron -como las de muchos de los que me están leyendo- sobre esta tierra, y no en otra.

Estoy aquí, escribiendo estas líneas, mirando amanecer sobre estas cordilleras puras y solemnes, pero no estoy solo, aunque la ciudad duerme. Dentro de mí están todos mis antepasados, los que murieron tragados por la tierra o el mar, los que quedaron huérfanos, los que perdieron todo en temblores sin fin, pero decidieron no arrancar de esta latitud extrema y abismal.

Cuando miro este cielo, esta luz y respiro este aire, lo estoy haciendo por ellos, porque somos los ojos de los que ya no están aquí.

Yo soy los ojos de Arcadio Warnken, remoto pariente de nombre fundacional, cuyos restos deben haberse sobresaltado en estos días con las sucesivas réplicas en algún cementerio de Concepción. Yo soy el abuelo que no conocí, Manuel Warnken Benavente, que murió de una enfermedad contraída en Chillán, en 1939, después de haber ido a cumplir su función pública de ayuda a la ciudad caída. "Un hombre bueno" -me decía mi padre, que perdió al suyo cuando era un adolescente-. Hombres y mujeres buenos, "en el buen sentido de la palabra, buenos" -como dice Machado-. Si al mirar yo, ellos también están mirando conmigo, no quiero ver entonces los actos deleznables, los pillajes abyectos de estos días; no quiero ver la rufianería de los que construyen y venden edificios de la muerte; no quiero ver toda la ruindad que las catástrofes de esta magnitud dejan siempre al desnudo. No vale la pena, la pena que ahora nos está partiendo el alma.

Por eso, he hecho un trabajo de "edición" de las mejores imágenes que merecen ser guardadas en mi retina y la de mis muertos. He levantado mi propio archivo de lo que se puede rescatar de entre los escombros de este terremoto de 2010.

Lo he hecho porque no quiero olvidar al Chile profundo que parece haber sido borrado del mapa para siempre. "Sólo saben lo que fue Chile, los que lo han perdido", dijo con mucha nostalgia, en una ciudad de Italia en su exilio, en el siglo XVIII, el jesuita visionario Manuel Lacunza.

Por eso he decidido ver una y otra vez a Francisco Melo, un hermoso anciano que abrió su pozo secreto de agua para compartirlo con todos sus vecinos de Hualpén, y que al preguntarle cuánto cobraría por ello, se rió con un "Noooo" salido desde el fondo de su alma, pura, como el agua de su pozo.

Por eso estoy viendo al capitán Carlos Pinto, buzo táctico de la Armada, que no ha parado de buscar en las aguas de Constitución el cuerpo de un joven desaparecido que prometió devolverle a un padre desesperado. Por eso no quiero dejar de ver la sonrisa de Viviana con su hija nacida en un hospital de Angol el 27 de febrero a la hora exacta del terremoto y a la que las matronas, que nunca la dejaron sola, bautizaron como "Terremotita".

No me canso de mirarlos y escucharlos. Y, conmigo, los que ya no están, también los ven. Y entonces siento que no somos pura ruina. Y Cobquecura, Curanipe, Dichato, Constitución vuelven como los versos perdidos de un largo poema herido en la memoria, recitado una y otra vez por sus vivos y sus muertos: Chile.




Colectivo de varios, Llamado

Llamado a los medios de comunicación para informar lo que sirve, lo que enaltece y lo que multiplica la esperanza.

Un joven arriesgó su vida por salvar a una anciana atrapada. Una mujer ayudó a bajar a los niños de la vecina desde un piso 14. Un hombre se lanzó al agua para rescatar a su vecino. Un bombero salvó a un niño un segundo antes del derrumbe. Un carabinero dejó pasar a una mujer que buscaba leche y pan para sus hijos. Un niño cuidó y salvó a sus hermanos porque sus padres no estaban. Una camarera protegió a los turistas desesperados. Un pescador enfrentó las olas para salvar a unos desconocidos. Un grupo de estudiantes universitarios se quedaron para ayudar a los damnificados. Un alcalde ha luchado sin parar junto a su pueblo. Un comunista salvó a un derechista. Un narcotraficante está repartiendo agua y alimentos. Un conscripto rescató a un teniente. Un centro de padres organiza una campaña solidaria. Un partido político llama a sus militantes a ayudar. Una lola del barrio alto se fue a repartir comida a los barrios duros. Una jefa de hogar donó la mitad de sus frazadas. Un maestro prestó sus herramientas. Una profesora se fue a cuidar niños a la caleta desolada. Un grupo de derecha pierde la vida por querer solidarizar. Un cura va por las calles abrazando a los sin casa, sin pan y sin abrigo. Un patriota iza la bandera en medio de la catástrofe. Un cantor ayuda a reparar la vieja casa en ruinas. Un funcionario público olvidó que era sábado y domingo. Un famoso de la tele ofrece su casa. Un médico atiende a los heridos sin pedir nada a cambio. Una monja acarrea agua. Un boy scout enseña a hacer fogatas para enfrentar el frío. Un vagabundo comparte su único pan. Un boliviano ofrece un vaso de agua a un chileno. Un chileno le da albergue a un peruano. Todos abrazan a quienes perdieron a sus seres queridos. Un ingeniero da horas de trabajo para reconstruir un pueblo lejano. Una chilena se comunica con el mundo y organiza ayudas. Un banquero abre crédito blando para reconstruir. Una niña dona sus juguetes. Un poeta se arremanga y toma la pala para despejar el camino. Un flaite salva a un empresario. Un país entero se rescata. Un país entero resiste el terremoto y el tsunami.

Agregar que la prensa de Chile olvidó la farándula, olvidó el festival de Viña y se preocupa por Chile. Que Martina de 12 años tocó la alarma de tsunami en la Isla Juan Fernandez y que un botero heróico salvó vidas en el río, aunque en uno de sus viajes murió, dio su vida por los demás. Un grupo de vecinos se organizaron y le llevaron sandwichs y galletitas a otro grupo que dormía en la calle y así se puede continuar... y seguir agregando noticias buenas.

Este terremoto y tsunami muestra al Chile de verdad. Los valores que importan florecen, las mezquindades también... ya nadie oculta su esencia.

Los saqueos y robos muestran la realidad, también, pero no es la mayoría, y reflejan un sistema educativo funesto y una sociedad egoísta; ya no podemos andar por el mundo con la máscara de los mejores... ¡y esa es una buena noticia!
Las construcciones patrimoniales fueron destruidas para construir edificios de mala calidad que han sido el negocio de inmobiliarias irresponsables, esto llega hasta aquí no más. Se acabó el negocio inmoibiliario. Se acabó la sonrisita mostrando los dientes de Pepe Cortisona. Se acabó el delirio de los celulares inservibles, el delirio por el consumo, ¿para qué? Si cuando deben funcionar no pasa nada. Se acabó nuestra sociedad superpróspera de mentira. Arriba con los sumarios contra las constructoras. Éstas son buenas noticias.

Lo que verdaderamente importa es si somos capaces de ser solidarios, de regalar y soltar nuestros apegos, de vivir cada momento porque en cualquier momento se nos mueve y acaba todo.

Estas son las noticias más verdaderas. Estos son los héroes de Chile hoy, aquí y ahora.




Felipe Berríos, Un doble terremoto

El reloj marcaba las 3:34 de la mañana del sábado 27 de febrero cuando comenzó a moverse la tierra en gran parte de Chile. En los primeros segundos muchos pensaron que era un temblor más a los que nuestro país ya nos tiene acostumbrados. Sin embargo, el temblor no se detenía e insistentemente aumentaba cada vez más su intensidad. Por dos minutos y medio -y en el epicentro aún por más tiempo- todo se sacudió. Ya no era un fuerte temblor sino que un gran terremoto acompañado en algunas zonas costeras del país de un destructor maremoto.

Se lo ha catalogado como el segundo terremoto más grande de nuestra historia. Sin embargo, la infraestructura del país, sus casas y edificios soportaron bien el embate. La mayoría de las viviendas que sucumbieron eran construcciones viejas no antisísmicas y muchas de adobe. Quizás lo que más causó muerte y daños fue la furia del mar, que en ciertos puntos geográficos arrasó con todo.

Fuera de aprender de lo vivido y prepararse para una próxima vez, humanamente no podemos detener los caprichos de la naturaleza que cada cierto tiempo se las ingenia para recordarnos nuestra fragilidad.
Pero esta vez ha habido un verdadero doble terremoto. Pues junto con la muerte y los destrozos materiales propios de un fenómeno de esta magnitud, el país también ha sufrido otro tipo de daños causados por ciertas “fallas estructurales graves” en el plano valórico. Que tal vez sean las más difíciles de reparar para el futuro.

El pillaje que se desató no fue provocado por gente desesperada que llevaba semanas sin alimento ni agua. Pues nadie se alimenta ni calma su sed quemando locales y destruyendo, ni menos robando artefactos eléctricos, ropa o artículos de línea blanca. Fue un triste espectáculo, al cual no estábamos acostumbrados. Más bien lo propio de una catástrofe nacional era una espontánea reacción solidaria tanto de las víctimas como de los otros ciudadanos, que si bien es cierto también se dio y con creces, ésta no fue capaz de contrarrestar las actitudes de saqueos y robos que espontáneamente mostraba una desconocida y peligrosa debilidad estructural de nuestra sociedad.

Este nuevo fenómeno social de egoísmo debemos estudiarlo y reflexionarlo. Así como por los estragos del terremoto de los años sesenta el país aprendió a reforzar las construcciones con normas que las hicieron antisísmicas, e hizo posible que ahora la inmensa mayoría de las viviendas e infraestructuras soportaran bien este terremoto, así también debemos detectar las fallas sociales y aprender la importancia de desarrollar medidas que refuercen los pilares valóricos sobre los que está construida nuestra sociedad.

Los expertos dicen que la fuerza de este terremoto se debe a la liberación de energía acumulada por años por el encuentro de las placas que componen nuestro subsuelo. El terremoto social que produjo saqueos y destrucción se debe tal vez a una parte de la sociedad que imperceptiblemente ha ido acumulando por años decepción por sentirse marginada del desarrollo y que lentamente ha ido corroyendo sus valores por el desengaño y los antivalores. Así, injustificadamente, ha liberado toda la frustración acumulada en un comportamiento explicable sólo en quienes no tienen nada que perder.




Patricio Hales, El terremoto valórico

En los saqueos se cayeron varios pedazos del alma de Chile. Pero su estructura fundamental aún está en pie.

Al frente de los que robaban televisores, destruían cajeros, asaltaban casas, y desmantelaban autos, aprovechándose del terremoto, aparecía la voluntad de miles de personas que sienten crecer el sentido de sus vidas sacrificándose para ayudar a los que sufren. Con ellos reapareció la solidaridad que Leopoldo Castedo dijo que echaba de menos cuando le preguntaron qué le faltaba si comparaba el Chile de los 90 con el de su llegada en el “Winnipeg”.

Pues, junto con comprender a una madre que roba leche porque su guagua no tiene ni agua limpia para sobrevivir, clamábamos castigo para los que, riéndose frente a la televisión, llenaban carros, camionetas, carretillas de mano, sacos, autos y sus brazos para arrancar con lo que pillaran. A las pocas horas pedíamos a los militares en las calles. Pero los valores no se construyen a balazos. En la “La Tierra Permanece” de Sturgeon, la poca humanidad sobreviviente al desastre nuclear, abusaba del abandono para acaparar el mundo material a su disposición, mientras otro grupo comenzaba a reconstruir la sociedad estableciendo el orden básico desde donde volver a partir. En Chile en cambio, el terremoto no destruyó los valores de la mayoría.

El remezón dejó en evidencia la degradación humana de un grupo de personas que ha ido perdiendo algo profundo de su espíritu que deberemos atender cuando terminemos las primeras tareas materiales. Solo una grieta grave en los cimientos de su formación familiar, puede haberlos llevado a asaltar con alegría, algunos junto a sus hijos para robar en la impunidad de la turba y el descontrol mientras el país sufría la catástrofe.

El terremoto demostró la fragilidad estructural de los valores éticos y morales de una parte de nuestra humanidad de país. En estos días vimos esa falla en algunos pobres y menos pobres, pero que en el día a día, de otra manera, si miramos bien, la veremos en otros abusos de aquellos que tienen buenos ingresos. Una descomposición valórica de pobres y ricos, un poco consecuencia del hedonismo de la cultura del poseer por sobre el respeto mutuo; la felicidad de tener las cosas por cualquier medio, más que las ganas de ayudar al caído o la alegría de dar alivio. El aprecio a la marca del auto, el reloj o la polera por sobre el valor de la persona. Una falla de construcción en el alma que cruza a ricos y pobres. La diferencia está en como la expresan. Unos en masa y gritos de venganza, los otros con silencioso refinamiento.

Nótese que la velocidad de respuesta con que la poblada inició el saqueo demuestra además un destape lleno de odio. Una odiosa ansiedad por apropiarse o destruir aquello que representa las desigualdades, las diferencias odiosas. Tenerlo o incendiarlo. Y no es culpa de la pobreza pues la pobreza no es lo mismo que desigualdad y los pobres no son delincuentes por su condición. La mayoría de ellos se marginó de los saqueos e incluso fueron víctimas. Los asaltantes son los terremoteados del alma, los que sufren las grietas del odio vengativo generado por las desigualdades y el envilecimiento. Son fruto de la descomposición ética de un edificio social cuya estructura diseñamos mal y que construimos mal.

Los saqueos no fueron simplemente falta de policías. Es algo más de fondo que nos falló en la edificación del alma de nuestra sociedad.

Y al frente quedó en pie esa gran mayoría del Chile solidario. El sismo demostró la firmeza de esa gran cantidad de chilenos que están en las calles dando su amor a los demás sin pago de dinero alguno. Los médicos que no duermen, los militares que cuidan en toque de queda más allá de su sueldo, la pobladora de Constitución que solita abrió su patio para dar albergue y arroz caliente a 11 personas, los estudiantes con los que estamos catastrando los daños en cada casa o edificio en el norte de Santiago, los modestos pobladores de la Villa Santa Mónica que cooperaron con mercadería en la misa del Padre Jaime en el atardecer de la Plaza de La Valleja, los Techo para Chile , las redes solidarias en Internet, los que donan calladitos sin aviso en los diarios.

Ese es el gran parque edificado con fierro y hormigón del bueno donde los valores no muestran fisura alguna. Es importante constatar que esas son las fundaciones intactas del Chile bueno, que existe, y que puede ayudar a hacernos pensar qué hemos hecho, o qué hemos dejado de hacer, para que en otros se hayan producido los daños tan dolorosos que agrietaron el alma de Chile.




Fernando Villegas, La pistola al cuello

El terremoto del sábado ha sido un evento devastador, pero también revelador. Ha sacado a la luz debilidades acumuladas a lo largo de años en el completo edificio de nuestra sociedad, frutos venenosos de políticas -públicas y privadas- y de procesos sociales cuyas semillas se sembraron a partir de 1973, se abonaron en los años sucesivos y se regaron generosamente desde 1990. El resultado es una mezcla explosiva de aspiraciones adquisitivas con una distribución del ingreso que impide a muchos satisfacerlas y de dos generaciones de chilenos pobres -padres entre 25 y 40 años, hijos de entre 10 y 20- criados casi sin control parental ni escolar. A ese combustible se agrega como comburente la hegemonía ideológica de las doctrinas acerca de los derechos humanos, las cuales en muchos casos -legales, judiciales, etc- han sido llevadas a tales extremos de lenidad y obsecuencia, que entorpecen gravemente la determinación o voluntad del Estado para preservar el orden público.

De esto último han sido muestra los saqueos masivos. Para describirlos, la autoridad ha usado un lenguaje eufemístico hablando de "delincuentes" y de "lumpen". Eso de por sí ya sería bastante malo, pero los videos y fotografías revelan algo aun peor: protagonistas han sido también y en número abrumador, gente común y corriente, la clase de personas con las cuales usted puede toparse en su oficina o en el bus. En una sociedad sana, el pillaje queda reducido a la acción de delincuentes y también de los ciudadanos más marginales; una sociedad enferma, en cambio, revela lo que vimos, a saber, no sólo que dichos delincuentes y vándalos son legión, sino que también hay cero autocontrol por parte de muchos ciudadanos y cero eficacia de la fuerza policial para controlarlos por mera presencia.

¿De qué extrañarse respecto a esto último? Por 20 años la Concertación no hizo sino debilitar el concepto mismo de "orden público", expresión que a oídos de su gente suena a cavernaria opresión "del pueblo". Todo acto de autoridad rigurosa se convirtió, en ese período, en tabú. En el colegio se deterioró la autoridad de profesores y directores, quienes quedaron a merced de un alumnado dotado de infinitos derechos; en la calle se acusó una y otra vez a la fuerza pública de "excesos", tanto en tribunales como en la prensa, cada vez que encaró con decisión ataques incluso letales contra sus miembros; en el discurso de muchos se legitimó abierta o tácitamente a los "combatientes" con tal que dijeran representar una causa justa; en la justicia se trató con lenidad a asesinos políticos si acaso su background era "la lucha contra la dictadura"; en fin, siempre hubo razones para justificar la conducta antisocial haciendo de sus hechores víctimas inocentes "del sistema".

¿A qué asombrarse entonces que grupos masivos de ciudadanos se crean hoy con derecho al pillaje si se da la oportunidad? ¿De qué pasmarse ante el infantilismo, convertido rápidamente en agresión, con que algunos piden "soluciones" en cinco minutos puesto que fueron criados bajo la doctrina del Estado paternalista, único salvador y defensor de los pobres, como todavía se dijo en la reciente campaña presidencial? Por eso la imagen del carabinero poniendo una pistola en el cuello de uno de los miserables entregados al pillaje es una notable excepción, pero también una muestra de hasta dónde es preciso llegar cuando métodos menos elocuentes ya no hacen mella. Y es una valiente excepción, porque hace ya mucho tiempo que el carabinero teme siquiera levantar la voz, no sea que le abran un sumario, se le eche del servicio y se le lleve a juicio. De eso es muy consciente la inmensa cantidad de ciudadanos resentidos, frustrados y llenos de instintos destructivos y depredadores que ha criado el sistema por las razones expuestas más arriba. Se sienten con esa sensación de derecho a cometer delitos que otorga la impunidad. ¿"Por qué yo no", dijo una mujer que se llevaba objetos robados de una tienda, "si lo hacen todos? Y pudo haber agregado: "y nada nos va a pasar porque somos el pueblo". De ahí que sea la sociedad, no ese punga, quien está hoy con la pistola al cuello. Y que, en la hora mona, deba sacarse al Ejército a la calle.